Qasem Soleimani (II)

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'En 2020 se acabó la ilusión del Derecho Internacional'

El viernes anterior me enfoqué en por qué EE. UU. había llevado a cabo el ataque a Qasem Soleimani. ¿Fue legítimo? Para responder hay que comprender primero el perfil del personaje. Desde hace veinte años era el responsable de las acciones militares encubiertas de las fuerzas iraníes en el extranjero. 

Operaba desde las sombras, en las regiones donde su país buscaba ampliar su influencia. De ahí los lazos entre Teherán e Hizbulá en Líbano, con Hamás en Palestina, Bashar al Asad en Siria. La lista sigue creciendo, hasta abarcar a prácticamente toda milicia chiita (rama del islam que defiende Irán) en la zona. Un perfil peligroso. 

En su historial se basa EE. UU. para justificar el ataque. Se ampara en el derecho a la legítima defensa preventiva expuesta (entre líneas) en el art. 51 de la Carta de NN. UU. En otras palabras: si tengo conocimiento de un ataque organizado contra mi seguridad, puedo actuar antes contra esa amenaza. Sin embargo, para minimizar el potencial abuso al ataque preventivo, el derecho internacional establece, como afirma Agnes Callamard, relatora especial de la ONU sobre Ejecuciones Extrajudiciales, que “debe ser una necesidad instantánea, abrumadora y que no deje espacio a la elección de los medios ni momento para la deliberación”. 

Ni uno de estos criterios aplica. EE. UU. no ha entregado una sola prueba sobre el supuesto ataque inminente que no “le dejó otra opción”. Sí, el mundo puede estar más seguro hoy. El puesto de Soleimani será difícil de reemplazar y con eso disminuiría la efectividad de Irán en la región. Sí, luego de este golpe Irán bajará su cabeza y evitará la locura de enfrentarse militarmente a Norteamérica. Sí, lo arrinconó sobre las cuerdas. Pero en las posibles consecuencias políticas no recae la legalidad del acto. 

Ya debieron haberse presentado ante el Consejo de la ONU a explicar la evidencia que justificara el ataque. No lo han hecho: o no la tienen, o no quieren que otros Estados la critiquen y nublen su victoria. Las consecuencias para la paz internacional pueden incluso ser positivas, mas tengamos algo claro: en 2020 se acabó la ilusión del Derecho Internacional. Existe la ley, pero la del más fuerte.