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Equidad contra inclusión

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Es innegable que biológicamente hay una diferencia entre los hombres y las mujeres...’.

La Federación Internacional de Natación (FINA) aprobó en su congreso el veto a mujeres transgénero de participar en sus eventos femeninos, y a su vez crea una categoría denominada “abierta” para que todos los atletas que no cumplan con los criterios de elegibilidad propuestos por la FINA puedan participar dentro de esa categoría.

No es ninguna sorpresa que este anuncio haya levantado ampollas en los colectivos en defensa de los derechos LGTBI, que ven este anuncio como un paso atrás en los derechos por los que luchan, tildando a la FINA de tránsfobos; pero la realidad es que estos colectivos solo tienen ojos para su agenda y no tienen en cuenta el trabajo y esfuerzo de décadas que invierten las atletas para poder competir al alto nivel. La FIFA también ha tomado nota de esta decisión y está pensando si implementar algo parecido, y Sebastian Cole, presidente del Comité Olímpico Internacional, preguntado sobre el tema dice defender “la equidad deportiva por encima de la inclusión”.

La FINA tomó está decisión después de cómo la atleta transgénero Lia Thomas, quién competía en el equipo masculino de la Universidad de Pennsylvania, se sometiera al proceso de cambio de sexo, y pasó de ser un nadador del montón (462 en el ranking universitario masculino) a ser la nadadora dominante en las competiciones femeninas, arrasando en todas las competiciones y llegando al puesto número 1 del ranking universitario. La ya famosa foto en que Lia Thomas está sola en el podio, y las atletas que compartieron podio y quedaron segunda y tercera invitaron a la cuarta a tomarse la foto con ellas, creando un podio aparte, es una prueba fehaciente de algo que es incuestionable: el sexo biológico sí marca la diferencia entre hombres y mujeres. Solo hay que ver la diferencias en marcas mundiales: en natación el récord mundial masculino en los 100 metros estilo libre está en 49,91 seg; el femenino es de 51,71. La diferencia parece poca, pero en el deporte de élite casi 2 segundos es un mundo. La diferencia se estima aún más si tenemos en cuenta los 400 metros estilo libre, una competición mucho más larga. El récord mundial masculino es de 3:40,07 y el femenino de 3:56,40; ya estamos hablando de 16 segundos de diferencia.

Es innegable que biológicamente hay una diferencia entre los hombres y las mujeres, a tal punto que la mayoría de leyes a nivel mundial en defensa de las mujeres maltratadas ponen al hombre como diana ya que en teoría la mujer es vulnerable ante la fuerza del hombre. Entonces aquí es donde creo que la izquierda tiene un problema: o feminismo o LGTBI. No puede intentar proteger los derechos de la mujer por un lado y por otro decir que hombre o mujer no existe, que son solo construcciones sociales en “nuestras cabezas enfermas” y que todes somes humanes; sin tener en cuenta a la ciencia, que por otro lado sí que la sacan para defender otras ideas.

Yo creo en que cada quien debe ser libre de decidir quién es. Cada cual puede considerarse una tetera si así lo quiere. Pero hay cuestiones que ninguna decisión propia puede cambiar y esas son las biológicas. Uno puede cambiarse de sexo, pero a partir de cierta edad, igual Lia Thomas va a tener que someterse a chequeos regulares de la próstata.