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Iñigo Balda: Evento Carrington

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La razón por la que la tormenta de 1859 no tuvo grandes efectos catastróficos fue la poca dependencia en tecnología 

En 1859 ocurrió una gran tormenta geomagnética cuando una inmensa llamarada solar impactó de lleno nuestro planeta desde el 28 de agosto, teniendo sus picos de actividad el 1 y 2 de septiembre. Por este fenómeno se llegaron a ver auroras boreales en muchas partes del mundo donde no imaginaríamos ver una, como en Colombia, por ejemplo. Estoy seguro de que en algún lugar aislado de nuestra sierra se habrá podido contemplar este majestuoso evento.

Este fenómeno de 1859 es el más intenso del que se tiene registro hasta la fecha. Las llamaradas solares no son poco comunes, es más, ha habido unas más intensas, pero que no han impactado de lleno a nuestro planeta, aunque sí fueron lo suficientemente cercanas para tener efectos en él, como hace unos años que en Madrid y hasta en Puerto Rico se pudieron ver auroras boreales; y en otras ocasiones la señal de radio vivió interferencias a causa de estas.

Lo que sí se vio afectado en 1859 fue el telégrafo. El sistema estaba tan cargado que dio electroshocks a los operadores; después dejó de funcionar o se incendió por llevar demasiada carga magnética. Unos operadores decidieron desconectar la batería del telégrafo y se dieron cuenta de que podían operar sin alimentación eléctrica durante un par de horas.

Las tormentas solares son muy frecuentes y se calcula que aproximadamente cada cincuenta años hay una de intensidad alta dirigida a la tierra; sin embargo, estudios de hielo demuestran que como la de 1859 no había ocurrido una igual en casi 500 años.

La razón por la que la tormenta de 1859 no tuvo grandes efectos catastróficos fue la poca dependencia en tecnología que podría haberse visto afectada. Si pasase hoy, los satélites artificiales dejarían de funcionar, así como casi todas las formas de comunicación. Tendríamos apagones eléctricos, ya que se fundirían los transformadores y las líneas eléctricas; costaría mínimo algunas semanas el restablecer el servicio, en el mejor de los casos, por la falta de repuestos para remplazar todo el sistema. Estamos hablando de efectos catastróficos a nivel mundial.

El lunes pasado España, Portugal, Andorra y el sur de Francia vivieron un apagón de grandes proporciones. Pero no voy a entrar en el porqué, ya que el gobierno de España se niega a decir la razón, lo cual indicaría claramente algo de culpa por parte del régimen socialista del país.

Nosotros en Ecuador y en muchos países de nuestro continente estamos lamentablemente acostumbrados a este tipo de incidentes, sabemos qué hacer y tomamos cartas en el asunto si lo sabemos de antemano. Pero lo del lunes pasado fue en un lugar donde esto no ocurre jamás. El caos reinó hasta que se dijo que solucionarlo tomaría de seis a 10 horas (dos horas después de que ocurrió). Aún así la gente fue a los supermercados a prepararse para el fin del mundo.

Esto, a fin de cuentas, ocurrió en España y Portugal, y por unas horas solamente.

El nombre del fenómeno del que hablé al principio de la columna es conocido como evento Carrington. Debe su nombre al científico Robert Carrington, quien investigaba manchas solares y descubrió el efecto de las llamaradas durante 1859. Con la dependencia de las tecnologías, ¿se imaginan lo que podría pasar si sucediese algo así hoy?