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Entre dos columnas

Avatar del Inés Manzano

Ambos personajes descritos son extranjeros que llegaron al Ecuador por diferentes circunstancias, la Segunda Guerra Mundial en Europa y la invitación de un padre a construir un sueño

Aproximadamente por 35 años he sido testigo consciente de los valores y formación recibida por los abogados que se graduaban en dos universidades conocidas de la ciudad de Guayaquil y que eran aupados a ser los mejores, tener criterio, analizar y saberse presentar en su profesión. A través de obras de teatro incluso se les enseñaba a discutir sobre derecho, justicia y valores; los jóvenes estudiantes interpretaban los juicios más relevantes de la historia, como el de Pilatos hacia Jesús; el del Mercader de Venecia, el de Atahualpa, y otros más. El profesor que los calificaba era el de Derecho romano y tenía una libreta donde anotaba con prolijidad las diferentes notas: por seguridad, vestimenta, interpretación, alegación, entre otras más. Por el lado de los estudiantes, se veía el tesón por estar en su papel de acusador, defensor o de mediador judicial.

El mismo doctor en derecho fue mi profesor, formó mi carácter, forma de pensar y alegar con la norma y el derecho. Dos cosas muchas veces divorciadas en los textos de las leyes.

Hace unos días me encontré en el Salón Amarillo del Palacio de Carondelet sentada aplaudiendo la condecoración al mérito al industrial más innovador que el Ecuador ha tenido, una especie de Norman Borlaug -científico padre de la revolución verde agrícola en la India- en Ecuador y América Latina. De 84 años, es un emprendedor incansable, que, junto a su padre, esposa -que en paz descanse- y sus hijos, construyen, apuntalan y crean, productos de calidad para el desarrollo de los ecuatorianos y ahora panameños también.

A nivel latinoamericano fue punta de lanza en producción avícola, y asimismo, por traer tecnología para mejorar semillas. Es decir, lo hecho en Ecuador ha servido de ejemplo.

Ecuatoriano por naturalización, se encontró en un país donde la dignidad del agricultor había sido enterrada, y con verdadero amor al prójimo cambió los harapos de la gente trabajadora del campo por sueldos justos, asistencia social, médica, y educación para ellos y sus hijos.

Impulsó la responsabilidad social corporativa y la sostenibilidad ambiental antes que cualquier empresa latinoamericana y sigue siendo la única empresa familiar de las grandes ligas.

Ambos personajes descritos son extranjeros que llegaron al Ecuador por diferentes circunstancias, la Segunda Guerra Mundial en Europa y la invitación de un padre a construir un sueño, respectivamente; y han hecho de sus vidas un ejemplo materializado de valores.

En el primer caso, mi referencia de amor paterno, de profesor, de ejercer con valores la profesión y de elegir en libertad.

En el segundo caso, la de evidenciar la innovación con astucia y sentido, la solidaridad con el más necesitado y el valor de un buen equipo de trabajo.

Dios confía talentos a los hombres con la obligación de que los desarrollen, y que ni el miedo, ni la cobardía, ni la pereza u omisión consciente impidan hacer rendir esos talentos. ¡Cómo confía el Señor en estos dos personajes que exceden en su capacidad al hombre promedio!

A las puertas de celebrar el nacimiento de Dios hecho hombre, que ha sido el norte y referencia de estos dos personajes, mis dos columnas axiales, gracias, Bernardo Manzano y Luis Bakker. ¡À votre santé!