Columnas

En democracia

Lo que el Ecuador logró con el triunfo de Guillermo Lasso Mendoza es algo que no debemos olvidar jamás. Se desterró a la ‘izmierda’ nefasta y pestífera que salió de las entrañas del engendro creado en el Foro de Sao Paulo, reunión de la escoria mental de los políticos de turno.

Acción consagrada por un pueblo que se cansó de las ofensas que recibió del prófugo durante 10 años. Lo de los 4 años últimos fue lo mismo, pero con un maquillaje distinto, menos repugnante.

El mundo entero debe recordarlo y los países de la América tomarlo como ejemplo para que se liberen también o no caigan en la miasma putrefacta del neocomunismo.

De buen ánimo y con honestidad deben reconocer que un país pequeño en extensión, les ha dado una lección.

Ahora, que si el presidente Lasso les permite que el 11 de junio venidero, los resentidos raciales y los vagos asalariados, caoticen al país, bajo cualquier pretexto, muy mal empezamos la recuperación.

Es sorprendente que la palabra “subida”, de lo que sea, se tome como excusa para saciar la sed de venganza de los que están en contra de lo que sea. Ellos reciben una limosna y salen a las calles a destruir lo que se les ocurre y lo que se les ordena.

Mientras permanezca vigente el mamotreto de Montecristi se le hará cuesta arriba gobernar, presidente Lasso. Francamente, no sé qué espera.

Acepte la propuesta del Señor Simón Espinosa. Está a tiempo.

Es repugnante lo informado por la prensa cuando toma en cuenta al dirigente indígena que prefiere mantener el contrabando de combustible a expensas del perjudicial subsidio y de manera desafiante incita al pueblo al caos.

Otro gremio acostumbrado a las amenazas es el de los choferes transportistas. Para ese grupo de aparentes servidores deben focalizar el suministro del combustible a un precio calculado y conveniente. No al que se les ocurra. El bienestar de la ciudadanía y del país está sobre cualquier colectivo.

Estos interesados en la insurgencia siguen pensando en el tiempo de la ROBOLUCIÓN, aliada al populismo, que como recordarán, quiere tanto a los pobres que los multiplica.