Columnas

La tragedia latinoamericana

El país tiene una tasa de crecimiento nula, leyes laborales caducas, colosal número de partidos y movimientos políticos...

Desde el nacimiento de las repúblicas latinoamericanas existen demagogia e inestabilidad política, manejan muy mal la economía en el largo plazo y se especializan en reestructurar la deuda externa. También existe corrupción. Estos son pocos de los cuantiosos males que tiene nuestra región. Vivimos de experimento en experimento, siempre costosos. Los gobiernos ofrecen terminar con la pobreza y después de casi dos siglos no lo han hecho. De su incapacidad culpan a otros.

Hoy Ecuador se encuentra con un elevado endeudamiento externo e interno, enormes y potenciales pasivos como el déficit actuarial del IESS y los juicios en el exterior.

 

El país tiene una tasa de crecimiento nula, leyes laborales caducas, colosal número de partidos y movimientos políticos, alta concentración de exportaciones, riesgo país que va en aumento y numerosos otros males. La revolución ciudadana hizo enormes inversiones para cambiar el físico de las instituciones del Estado, pero no para mejorar la eficiencia de los servidores públicos. Así las dependencias judiciales se hallan en hermosos edificios, pero el sistema legal continúa con enormes deficiencias. De un par de años a la fecha se ha empezado a conocer la magnitud de la corrupción. La mayoría de la obra pública se convirtió en el medio para cometimiento de ilícitos.

Los graves problemas de Ecuador no son únicos; hay naciones que están igual o peor, caso de Argentina. Tiene un pueblo que eligió a quien quebrantó la ley, economía estancada, y deuda externa enorme que no puede pagar y como la ecuatoriana debe reestructurarse.

 

La corrupción latinoamericana ha hecho desaparecer la ética y moral en el pueblo. La gente quiere vivir grandiosamente, no interesa la forma cómo lo consigue, para cumplir sus deseos. Nuestra región está condenada a la mediocridad, ya nos acercamos a dos siglos de subdesarrollo. La incapacidad de los gobiernos y sociedad se encuentra en el ADN de los latinoamericanos. Muy lamentable para quienes nos acercamos a los 80 años. Hemos sido espectadores de una tragedia que pudo ser evitada. Seguirá en las futuras generaciones.