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Otra crisis geopolítica mundial

Avatar del Gaitán Villavicencio

Parecería que en el siglo XXI se producirán crisis geopolíticas mundiales que tendrán especificidades propias del tiempo histórico en que se dan. En esta perspectiva, pensamos que las crisis de dominación y hegemonía generadas por potencias globales o países imperiales, actualmente ostentarán tres características diferentes a las del siglo XX: 1.- Se justificarán por necesidades de seguridad y mesiánicas antes que por motivaciones ideológicas y políticas; 2.- Predominarán, en paralelo, argumentaciones bélicas y diplomáticas; y 3.- Prevalecerá la multipolaridad global con nuevas nociones de soberanía, nacionalismo y defensa o recuperación de territorios históricos.

El 21 de febrero de 1972 gracias a la diplomacia secreta del “ping-pong” (operación Marco Polo) impulsada por el controvertido secretario de Estado Henry Kissinger, se reunieron por primera vez en Pekín, un desahuciado Mao Zedong y un desprestigiado Richard Nixon, y se suscribió el acuerdo de Shanghái con Zhuo-Enlai, en plena Guerra Fría, ante una URSS en decadencia y profundo estancamiento pero altamente militarizada y guerrerista; recordemos las invasiones a Hungría, Checoslovaquia, los enfrentamientos bélicos con China y la guerra en Afganistán, presidida por el ucraniano Leonid Brezhnev. Y la crisis de los misiles de Cuba (octubre de 1962), que conmemorará 60 años, cuando EE. UU., durante el gobierno de Kennedy, detectó la implantación de misiles nucleares de alcance medio en la isla, a menos de 200 km de Cayo Hueso-Florida. Durante ese mes estuvimos al borde de una tercera guerra mundial, hasta que los soviéticos los retiraron previo al acuerdo de no invadir Cuba por los yanquis. Actualmente, el pensamiento estratégico del excoronel de la KGB y líder indiscutible de la Rusia capitalista y neoliberal se sustenta en la gran pérdida que significó la disolución de la URSS y con ello, de la joya de la corona, Ucrania, territorio constituido en el desarrollo de la mesiánica Santa Rusia y durante el imperio zarista. No acepta que soberanamente Ucrania ingrese a la OTAN porque atentaría a la seguridad de la Federación.