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Gabriela Panchana: ¿Quién confía en el país?

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¿Cómo van a venir a invertir los extranjeros si los propios ecuatorianos prefieren guardar su capital?

Los resultados de la Consulta Popular dejaron unos mensajes claros: confianza en las FF.AA. para combatir la inseguridad que nos asfixia; desconfianza en el sistema judicial, y por tanto apoyo a la extradición y a las judicaturas especializadas en materia constitucional, a ver si así se termina la impunidad de los más peligrosos criminales.

Los votos negativos al contrato por horas me parece que fueron también un signo de desconfianza a los empleadores y al Estado en su capacidad para proteger a los trabajadores y para defender los intereses del país, en el caso del arbitraje internacional. Esas desconfianzas sí tienen asidero en la realidad, como ya algunos analistas lo han explicado y, lamentablemente, no fueron contrastadas con una campaña de comunicación ni de pedagogía que permitiera un consenso en torno a esos dos temas.

Sin confianza entre nosotros no hay cómo construir acuerdos mínimos para avanzar. Los analistas económicos hablan de la urgencia de atraer inversión extranjera, pero me pregunto, ¿cómo van a venir a invertir los extranjeros si los propios ecuatorianos prefieren guardar su capital, porque no encuentran aquí las condiciones para crear más empresas?

Con dureza se juzga a los migrantes que se endeudan por decenas de miles de dólares para arriesgar la vida intentando llegar al primer mundo para conseguir un trabajo por horas, pero más que eso lo que buscan nuestros compatriotas es un país que les permita progresar en el tiempo, donde la semilla de su esfuerzo, de sus sacrificios, rinda frutos. Es triste reconocerlo, pero nuestro país hoy es un lugar hostil para los sueños de la mayoría, porque las élites, la clase dirigente, no está proyectando al país, o al menos no lo está haciendo de manera conjunta, y no se puede construir un edificio con mil planos individuales. Necesitamos un plano consensuado para edificar el país donde quepamos todos y donde volvamos a sentir orgullo por nuestros líderes en todos los ámbitos, incluida la política.

Para empezar, necesitamos creer que ese país es posible.