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Trump agonistes

Avatar del Francisco Swett

...en referencia al tema principal de la elección contestó, enfáticamente: “la elección será acerca de quién soy yo”.

Parafraseando el título del clásico de Garry Wills respecto de Richard Nixon, el titulo escogido para este artículo se inspira, en tiempo presente, en la circunstancia de Donald Trump, un ganador nato que con fuerza de carácter y un saco repleto de artimañas ha llegado a ser el hombre más poderoso del mundo.

Es una posición que peligra hoy. Los resultados de la elección del pasado 3 de noviembre son adversos y Joe Biden aparece como ganador -aún no oficial- para ser proclamado como el 46° presidente de los Estados Unidos de América. Es un revés inesperado para quien, hasta inicios de año, se perfilaba como candidato invencible luego de haber gobernado en un período de expansión económica y de las más bajas tasas de desempleo jamás registradas. Fiel a sus promesas de campaña, su estilo nacionalista buscó, y ha encontrado, el apoyo entusiasta de ciudadanos que cuentan hombres y mujeres blancos de menor nivel educativo, de extracción evangélica, con posiciones antiaborto y anti-Lgbti, y moradores de ciudades pequeñas y áreas rurales. Más controversialmente, ha incorporado como seguidores a grupos de extrema derecha, pronazi y racistas, y al grupo conocido como QAnon que, entre otras cosas, acusa a políticos del partido demócrata, actores de Hollywood, y a caracteres como George Soros, Barack Obama y Hillary Clinton de complotar un golpe de Estado.

La historia nos recuerda, una y otra vez, que el populismo, de cualquier persuasión ideológica, simplifica la realidad y propone la existencia de conspiraciones para promover sus fórmulas de solución. Cuando Trump fue preguntado respecto de la devastación que la pandemia del coronavirus estaba produciendo contestó, con su característico aplomo, que la crisis estaba controlada y se estaba “doblando la esquina”. Más adelante, en referencia al tema principal de la elección contestó, enfáticamente: “la elección será acerca de quién soy yo”. Razón tenía. Las encuestas posteriores han ratificado que al electorado americano sí le importa el carácter de su líder, y, en eso, la percepción que se tiene sobre Trump es dicotómica: o se lo quiere o no se lo quiere. Es el personaje que despierta pasiones encontradas en un mundo en el cual él vive cómodamente. Su conducta es revestida de autoritarismo, su lenguaje es peyorativo e insultante ante el adversario, y la amenaza está en la punta de la lengua.

Ante las encuestas desfavorables recurrió a la acusación del fraude electoral, pero el argumento es legalmente débil pues se trata de un delito tipificado en la ley federal que involucra la participación de las autoridades estatales y electorales. En Estados Unidos rige el imperio de la ley y la opinión pública está mayoritariamente ubicada en la posición de que en ningún caso es el candidato el que selecciona el resultado sino los votantes.

La pérdida del poder, si esta ocurre finalmente, tiene efectos difíciles de asimilar para el presidente, quien está expuesto a una serie de riesgos reputacionales y económicos de significación. Su principal línea de defensa será su capital político de setenta millones de votos para mantener su presencia, aun cuando fuere disminuida, en el escenario de la historia política americana.