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La Revolución Liberal del siglo XXI

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Ante tales escenarios, la iniciativa del IEEP es oportuna, necesaria y eleva la voz que la historia futura reivindicará.

Si la Revolución Liberal del siglo XIX fue contra el poder clerical y plutocrático de sectores de la Sierra, la del siglo XXI lo es contra la presencia de un Estado fallido, de gobiernos desprestigiados e inservibles, de la tiranía burocrática, y de la ausencia de libertad económica. Proclama esta un gobierno que en su núcleo central limitado administra, legisla, juzga, arbitra, protege y representa a la nación dentro de una periferia de autoridad claramente delineada. Concibe un Estado desprovisto de los oropeles del poder y constituido por ecuatorianos idóneos de ambos sexos. Afirma que la descentralización debe llevar al federalismo, donde cada unidad federada sea soberana y solidaria. Prescribe la rendición de cuentas y el sometimiento a la ley; a no proteger y alcahuetear a la delincuencia. Es, en resumen, un nuevo Estado cuya fortaleza radica en la idoneidad de sus instituciones y en su misión, que es la de defender la libertad.

Es una ideología que, como lo diría Ortega y Gasset, enciende la revolución de las masas contra la corrupción y la iniquidad, y combate los intereses creados de la plutocracia, donde esta se encuentre. Apunta a la consecución de una sociedad próspera y equitativa que entierra las proclamas populistas y denuncia a sus practicantes cada vez que suben a la tarima. Es, en el sentido aristotélico, una entelequia cuyo entorno se caracteriza por la creación, y no la destrucción, del empleo productivo, por una modernización no excluyente, y donde el ahorro es de propiedad de los trabajadores.

Para realizarla, el Ecuador abrirá sus puertas al comercio internacional y desterrará el proteccionismo; creará una oferta productiva diversificada y competirá, como lo hace hoy con el banano, los camarones, el cacao y las flores, en los mercados internacionales. De igual forma, emulando a Panamá, atraerá los capitales externos con un sistema financiero que incremente la bancarización, azuce la competencia, gane en eficiencia, provea más crédito, y que, junto con el régimen previsional reformado en su integridad, favorezca el desarrollo de los mercados de capital.

Excepto por mi insistencia en el federalismo y esbozo de una revolución, se trata de la propuesta articulada por el Foro de Libertad y Prosperidad, otro de los frutos del liderazgo motivador e inspirador de Dora de Ampuero, fundadora del Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP), quien ha preservado y mantenido a lo largo de décadas esta incubadora y diseminadora de la doctrina liberal en el país, incorporando un creciente y representativo contingente de promotores y adherentes.

En ausencia de opciones electoralmente definidas a favor de los cambios paradigmáticos aquí esbozados, el Ecuador enfrenta el riesgo de continuar en condición catatónica e insustentable, o caer más profundo aún, en las manos del “comunitarismo” (que, según su vocero, es muy “parecido al comunismo”) aliado, por concordancias ideológicas, con la delincuencia organizada del SSXXI. Ante tales escenarios, la iniciativa del IEEP es oportuna, necesaria y eleva la voz que la historia futura reivindicará como la de quienes optaron, como Eloy Alfaro en su momento, por no quedarse callados ante la barbarie que nos asola.