Columnas

Elecciones y sus consecuencias

"Estimular el consumo mediante transferencias directas crea el resplandor y ruido de los fuegos artificiales. Quemada la pólvora y sus componentes, los fuegos se apagan y lo mismo ocurre con el consumo temporal que carece de sustento en el empleo productivo"

Toda elección conlleva una decisión y toda decisión tiene consecuencias. Los resultados favorecerán a unos y afectarán a otros, impactando el bienestar general en forma desigual. Al final del día lo que cuenta no es el júbilo de los ganadores y la pesadumbre de los perdedores, sino lo que ocurrirá una vez desvanecidos los discursos y descolgados los afiches. El Ecuador debe escoger hoy entre los extremos del Estado servil y la libertad para pensar, expresarse y actuar. La ideología del gobernante impone y define su política pública, habiendo dos opciones contrapuestas: el cierre o la apertura de la economía. Ejecutar cualquiera de estas opciones produce efectos divergentes sobre la generación de empleo, el principal problema económico y social del país, y preocupación principal de los hogares ecuatorianos.

El trabajo no se da por generación espontánea. Previo a ello hay acciones que resultan en la acumulación de ahorro y la inversión en emprendimientos y empresas. Toda inversión de capital conlleva la creación de empleo, lo que a su vez se traduce en ingresos para los trabajadores quienes contarán con poder adquisitivo. Esa secuencia no requiere de la intervención de gobierno alguno, excepto por el establecimiento de reglas y normas que originen pactos sustentables en el tiempo. Si, por el contrario, el gobierno decide que el empleo debe darse dentro del aparato estatal, procederá a extraer recursos de los contribuyentes con el resultado ya conocido de clientelismo político, prácticas corruptas y absorción creciente de recursos.

Estimular el consumo mediante transferencias directas crea el resplandor y ruido de los fuegos artificiales. Quemada la pólvora y sus componentes los fuegos se apagan y lo mismo ocurre con el consumo temporal que carece de sustento en el empleo productivo. Más aún, en la circunstancia de la economía ecuatoriana, el dinero del cual podría disponer el gobierno (si decide no pagar a los burócratas) no llega a los $ 500 millones. Cualquier cifra superior a esta será realizada con plata ajena que pertenece a los 7 millones de ecuatorianos que son depositantes y ahorristas del sistema financiero. Ya ocurrió en 2016 y el Banco Central terminó técnicamente quebrado. Luego del hartazgo, la hambruna dio paso al endeudamiento irresponsable del gobierno de Moreno, al estancamiento económico, y al acto inicuo de privilegiar a los tenedores de bonos en vez de atender a las víctimas de COVID.

El próximo gobierno deberá cerrar brechas de recursos superiores a los $ 10.000 millones anuales; entretanto, los canales crediticios están taponados y no hay, hasta el momento, la maquinita para imprimir billetes. Quienes ejerzan el sufragio no deben olvidar que la economía siempre pasa la cuenta.

Las memorias de los años de abundancia son engañosas. La mesa estuvo servida con los altos precios del petróleo, el endeudamiento leonino, y el menú preparado por el Estado de propaganda. Enderezar una economía maltrecha requiere de políticas racionales, medidas oportunas y tiempo para ejecutarlas, inteligencia estratégica, capacidad de maniobra política y un líder capaz de convocar un equipo de trabajo intelectualmente capaz y honesto. ¿Cuál candidato califica?