Virusciones (4)

Avatar del Francisco Huerta

'Esta ‘Virusciones’ es la última de la serie. Los días que vienen requieren otro tipo de artículos’.

En ocasiones yo mismo me aburro de seguir leyendo y escuchando sobre el coronavirus. Espero que a mis lectores no les ocurra lo mismo, pero creo que sobre el aburrimiento debe seguir primando la necesidad de contar con información objetiva.

Les garantizo que sabiendo que la objetividad siempre es más un deseo que un hecho, mis virusciones no tienen otro interés que el común a todos los conciudadanos. La aclaración, que parece necia, resulta necesaria cuando es visible en varias latitudes la mentira y la manipulación oficial.

Es increíble lo que los intereses políticos coyunturales y los permanentes intereses económicos hacen con la verdad. La estrujan, la tuercen a su justo, y la entregan deformada a la opinión pública. Por eso crece la confusión y también la duda. Si seguimos así solo le vamos a creer a muy pocos de los innumerables voceros que emiten comunicados sobre el coronavirus.

Mientras tanto: 1. Si continúa siendo obligación incinerar, por razones de higiene, a quienes mueren con el diagnóstico de coronavirus, ¿por qué se piensa en fosa común, si los fallecidos hasta la fecha, desde el inicio de la pandemia en el Ecuador, en teoría, no pasan de cien? Si así son las cosas, entréguese las cenizas a sus familiares y que estos las entierren. Comenzar a hablar de fosa común me suena a querer enterrar la verdad de la cifra de fallecidos.

2. No cabe insistir en asuntos desagradables en estos días. Basta y sobra con los que estamos enfrentando, pero es el colmo que se siga pretendiendo robar dinero público aprovechando la pandemia, o que se quiera intentar justificar el asalto de la década infame con las raterías de estos días. Ojalá el Ecuador no olvide la obligación de sancionar a los unos y a los otros.

3. Por último, y para dejar buen sabor de boca a los lectores, es grato destacar lo hermoso que resulta ver el aplauso de los ciudadanos a su personal sanitario, a sus cuerpos de seguridad, a los que mantienen la energía eléctrica y las comunicaciones funcionando. Lo que hacen constituye un auténtico heroísmo civil que nosotros tenemos que aprender a reconocer y premiar.