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Pensando en Gustavo Noboa

Avatar del Francisco Huerta

"La vida sigue, mi querido Gustavo, pero vamos a pensar en tipo largo tiempo"

El presente cañonazo está dedicado a la memoria de Gustavo Noboa Bejarano y su talante democrático. Creo que es muy temprano todavía para hacer evaluaciones de su paso por la presidencia de la República pero, nadie duda de su bonhomía. Todos hemos sentido su muerte como una gran pérdida para el acontecer nacional, que deja de tener, a más de su ilustrado y franco pensamiento, la dosis de humor que sabía entrelazar con sabias reflexiones de sentido común.

Creo que con lo señalado expreso el sentimiento nacional y personal que su desaparición física nos significa. Paz en su tumba recién abierta. Un gran abrazo solidario a sus familiares, discípulos y amigos.

Siguiendo con la vida, escribo con esperanza, deseando que a la fecha ya se hayan proclamado los resultados oficiales de la reciente primera vuelta electoral.

Sé, con realismo, que cada día será más difícil concretar la posibilidad de un acuerdo de gobernabilidad entre quienes queden en el segundo y tercer lugar. Lo que nos dieron recientemente dichos ciudadanos fue un esbozo de lo que parecía -falsa ilusión- un logro de la madurez política alcanzada. Pero podría ser posible que una vez definidas las situaciones y presentados y resueltos los reclamos se consiga llegar a determinadas coincidencias que le den mejor cara al porvenir.

Al menos deberían brindarnos un compromiso con el mantenimiento de la paz, reclamando, por las vías que las leyes establecen, cualquier anomalía o inconsistencia sobre la que se puedan presentar evidencias. Así son las cosas en una democracia que aspira a consolidarse como tal.

No podemos seguir siendo imagen viva de la metáfora del antipoeta chileno Nicanor Parra: “Creemos ser país y apenas somos paisaje”. (Citándolo me acuerdo de que también decía: “la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”.)

Lo cierto es que la situación es como es. Hay que esperar a que se tramiten y se absuelvan todas las impugnaciones, y después empezar a trabajar para librar al país de caer otra vez en las garras del más impúdico totalitarismo y la más abyecta corrupción. Las generaciones que vienen merecen el esfuerzo.