Columnas

¿Qué pasa con la ética pública?

"Hay que contener la intolerable ola de corrupción que pretende cubrirlo todo"

Concursos con cláusulas oscuras: corrupción segura, dirán los más suspicaces. A quienes respetamos la honra ajena, igual nos molesta la ausencia de transparencia en instituciones que se estiman deben ser paradigma de ejemplaridad.

Cuando se pierde la confianza, se pierde la credibilidad y ello es grave.

Entre los activos de cualquier banco, más aún en los llamados del Estado, la confianza es parte sustantiva de su patrimonio. Venderlo sin dejar conocer su precio choca, aunque se arguya que la confidencialidad de las cifras es propia de ese tipo de negociaciones. Los ciudadanos tienen derecho a saber cómo se negocian sus bienes, que eso son en definitiva los bienes públicos.

Igual debería ocurrir cuando se negocia la deuda externa del Ecuador, no la de tal o cual gobierno. No cabe que se sospeche que fulano o mengano se beneficiaron en función de la manera como se negoció.

Si se convoca un concurso para nombrar jueces, se aspira a la perfección en los procedimientos. La Administración de Justicia se merece que para integrar a quienes la van a ejercer, los cargos se designen con base en méritos académicos, incluidos los indispensables antecedentes de probidad, y nada justifica que así no ocurra, en especial los potenciales “errores de buena fe” y las posibles manipulaciones electrónicas, ahora tan en el debate nacional con motivo de las sospechas generadas por la pugna interna y los procedimientos arbitrarios que se dan en el Consejo Nacional Electoral, hasta la fecha sin la debida aclaración.

Finalmente, y tal vez esta sea la madre del cordero, en la manera como se escoge profesores en las universidades, que se presume siempre rigurosa, aunque ahora se conocen denuncias que permitirían tener dudas respecto a ese rigor ideal, estaría la causa de los males antes mencionados y múltiples otros.

Si quienes forman a los profesionales del futuro tienen en el origen de su nombramiento maniobras anómalas, por ausencia de autoridad moral están, de partida, incapacitados para lograr buenos frutos y su ejercicio docente desencadena una serie de acontecimientos que nos han sumido en un espiral de corrupción.