Columnas

El país del cacareo

'Ahora sí, como dicen los argentinos, vamos a conocer la verdad de la milanesa’.

Que igual cacarean los gallos o las gallinas, dicen los que saben. El gallo lo hace expresando satisfacción por haber conquistado a una gallina, en cambio, las gallinas, cacarean cuando se manifiestan satisfechas por haber puesto un huevo.

Atendiendo a la realidad de la naturaleza, en cuanto a “producción” parece haber un empate: si el gallo no fecundara a las gallinas no habría más pollitos, ni más huevos, pero, tampoco habría pollitos sin la existencia de los huevos. Sin duda, los huevos también son importantes.

Más allá de este “microensayo de filosofía avícola”, los expertos en mercadotecnia aconsejan: pon un huevo y cacarea. La expresión se la escuché hace años a un instructor colombiano de esos que traía Enrique Chávez al Centro de Ejecutivos.

Nunca me convenció la propuesta. Los méritos tienen que reconocerlos otros. Me parece impresentable el autobombo, individual o colectivo. (Aparte de manifestación personal existen muchas sociedades dedicadas a cultivar esa “música” detestable.)

Sin embargo, en el Ecuador está ocurriendo algo peor: se cacarea sin fecundar, se cacarea sin poner huevos.

Ahora, el ‘marketing’ hace milagros incluso con los tontos pomposos, como el PhD que nos descoyuntó por más de una década, dispuestos a pagar por un retoque que les dé fama de intelectuales, aun sin producir, aunque solo fuese un atentado ecológico, así considerado, trátese de libros, o pintura, o música, que mal usan recursos de la naturaleza.

Todo esto se me ha venido a la cabeza a propósito de lo que va a “cantar, el testaferro colombiano Alex Saab, recién trasladado de Cabo Verde a los Estados Unidos.

Algunos “intelectuales” ecuatorianos van a ser parte de la letra de esas canciones y, de nuevo, va a quedar claro el vínculo entre política y actividades delincuenciales de todo tipo.

Si no abrimos los oídos y los ojos, para diferenciar los cacareos y observar quién los hace, cada vez será más visible la alianza político-delincuencial y el riesgo de que se tomen la República. Les sobra dinero para ello. Es obligatorio cerrarles el paso, al menos en la participación política.