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La lucha contra el narcotráfico (II)

Avatar del Francisco Huerta

La conscripción educa en civismo, robustece el cuerpo y el espíritu. Otorga disciplina y fortalece la voluntad

De manera general, somos lentos. Para evidenciarlo, por ejemplo: entre un proyecto de obra pública y su ejecución, transcurren al menos diez años. Podría decirse entonces que está vez hemos andado rápido.

Luego de su primer año, el gobierno comienza a tomar medidas. Y hasta la morosa Asamblea Legislativa empiezan a dar señales en la dirección correcta.

Conste que no tengo chuchaqui por el poco interés manifestado a mi advertencia de que estábamos en riesgo de convertirnos en una narcodemocracia. Han pasado diez años largos, pero si no la hubiese realizado, pasaban diez más.

En todo caso, lo que puede lograr el presidente Lasso en la Cumbre de Los Ángeles es clave. Espero que la alusión al plan Colombia solo sea una manera de comparar. El plan Ecuador no puede concebirse, insisto, como una guerra. Aquí no tenemos grupos armados como las FARC u otros, traficando drogas. El enfoque no puede ser solo más soldados o más policías.

En donde hay que trabajar, sobre todo, es en menos pobreza. En más educación. En más salud. Por supuesto, en empleo, para que el pueblo se gane su pan con dignidad.

Obviamente, para cortar el tráfico en las fronteras, especialmente al norte, hay que instalar grupos de tarea de las FF. AA., a todo lo largo de ellas. Y los incrementos policiales deberían ser en al ámbito de policía comunitaria. También hay que restituir en sus roles y equipamiento a la policía aduanera. Así, y con la cooperación de los gobiernos locales y la más amplia y organizada participación ciudadana, podríamos avanzar.

En el mar y en el aire, la Marina y la Aviación tienen nuevos roles que requieren nueva legislación y nuevos equipamientos, adaptados a la necesidad de repeler las nuevas agresiones a la soberanía, que tales son las generadas por cualquier tipo de tráfico.

Conviene también proteger a los jóvenes de los rigores de la miseria. Educándolos en valores en los colegios y en la conscripción que, pese a la crisis, debería ampliar su reclutamiento. La conscripción educa en civismo, robustece el cuerpo y el espíritu. Otorga disciplina y fortalece la voluntad.