Inocentes todo el año
Recientes acciones de la administración de justicia nos recuerdan que vivimos en un paraíso de inocentes.
Ayer fue el día clásico pero actuamos como inocentes todo el año. Estamos dispuestos a otorgarle el beneficio de la duda a todo el mundo, pese a que los hechos determinan comportamientos frente a los cuales deberíamos reaccionar, especialmente cuando sentimos que se está perjudicando el interés nacional. (¿Tenemos a estas alturas de la república una noción, aunque fuese sinóptica, de lo que es el interés nacional?) Lo cierto es que cada día ocurren acontecimientos que toleramos con un sentido de la inocencia digno de mejor causa. Inocencia en los dos sentidos principales de la palabra: libre de culpa y sin malicia.
Así, los días avanzan inocuos, insípidos y de pronto, como hoy, sentimos que se nos acabó el año, la mesa sigue sin estar servida y la lucha contra la corrupción es apenas un propósito desgastado que muy pocos aceptan que esté ocurriendo.
Todos somos inocentes en el Ecuador, incluso los que quisieron aprovechar el descontento generado por la odiosa desigualdad imperante para tratar de tumbar al Gobierno. Inocentes los que maltrataron a nuestras mujeres policías.
También los viejos constructores de obras públicas especializados en sobornos de todos los colores que siguen siendo contratados para nueva obra pública, en razón de los mismos “argumentos”.
Inocentes como los violadores de nuestros niños en las instituciones educativas donde ejercían (o siguen ejerciendo) de profesores, o los maestros universitarios que exigían favores sexuales a las (los) estudiantes para mejorarles la nota.
Igualmente inocentes los traficantes de todo tipo de sustancias, desde combustibles hasta drogas estupefacientes, desde medicamentos con fecha de expiración cercana comprados con sobreprecio o, peor todavía, falsificados.
Inocentes los de los errores de buena fe, los de los acuerdos entre privados. Por supuesto, inocentes los intermediarios de la venta de crudo a precios de pérdida para el Ecuador, pero enorme ganancia para “ellos”.
Todo es aquí posible, incluso “de acuerdo con la ley”, como cuando Herodes mandó a degollar a los niños recién nacidos, pretendiendo matar a Jesús.