Columnas

Un país enfermo

En su última escena el cerdo líder se reunía con el humano dueño de la granja a discutir sobre el futuro.

Cuando en 1949 Edward. A. Murphy dijo que “Si algo malo puede pasar, pasará”, no se hubiera jamás imaginado que podía estar refiriéndose al Ecuador de nuestros días. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, un año atrás, hasta ahora, todo lo que ha hecho el gobierno ha estado mal.

Cuando se pensaba que la pandemia podía controlarse mediante la vacunación masiva, es cada vez más evidente que es esta la que controla nuestras vidas. Un siglo atrás el pensador peruano Manuel González Prada, refiriéndose a su país, dijo que era un organismo enfermo, que “donde se pone el dedo, salta el pus”. No hay frase que le calce mejor a nuestro país, sobre todo al referirnos al manejo de la pandemia, que se puede reducir a: falta de transparencia, ineficiencia, indolencia y corrupción. Ni hay suficientes vacunas, ni existe la logística adecuada, ni hay un plan que se haya hecho público, ni la lista de quienes de manera incorrecta accedieron a la vacunación se ha dado a conocer.

Mientras en otros países el proceso de vacunación se hace público y de manera organizada, en el que cada cual espera el turno que le corresponda, en el nuestro hay que ser pariente, cocinero o amigo del ministro, o de alguna autoridad de salud o miembro de algún club exclusivo. Mientras tanto, la gente sigue contagiándose y muriendo cada día bajo la indolencia de un gobierno que no atina a coordinar una respuesta y al que felizmente le queda poco tiempo.

En 1945 el escritor británico George Orwell publicó Rebelión en la granja, un relato donde desarrollaba una parábola de la sociedad de su época. En este, los cerdos tomaban el mando y asumían el control sobre el resto de los animales de la granja de manera tiránica, replicando lo peor de la sociedad humana. En su última escena el cerdo líder se reunía con el humano dueño de la granja a discutir sobre el futuro. Llegó un momento en que era imposible distinguir al uno del otro: “Los animales de afuera miraron del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre; pero ya era imposible discernir quién era quien”.