Premium

Por un Guayaquil verde

Avatar del Florencio Compte

El déficit crónico de áreas en Guayaquil tiene un impacto negativo directo sobre la salud, física y emocional, y la calidad de vida de los habitantes

Resulta irónico saber que una ciudad como Tel Aviv, ubicada en un entorno con serias deficiencias de agua, sea una de las ciudades más verdes del mundo, con una cifra cercana a 96 metros cuadrados de área verde por habitante, mientras que Guayaquil, con lluvias abundantes y en un entorno privilegiado para el desarrollo de áreas verdes, sea una ciudad tan gris. Hay otras ciudades que superan ampliamente esa cifra, como Edimburgo, con 144 m²/hab. o Lieja, con 300 m²/hab.

Hasta la administración anterior, la Municipalidad de Guayaquil ha defendido que la relación llega a más de 8 m²/hab., mientras estudios independientes establecen una cifra inferior a 1,5 m²/hab. La diferencia está en contabilizar o no las áreas verdes de cerros y manglares circundantes, aunque la normativa establezca claramente que deben contarse exclusivamente las áreas verdes útiles -de preferencia públicas-, cercanas y accesibles a los ciudadanos, a no menos de 300 metros de las zonas residenciales y que permitan la interacción social, reduzcan la contaminación del aire, regulen la temperatura y humedad del ambiente, además de mejorar la estética de la ciudad; en otras palabras, que sean verdaderos pulmones urbanos.

El déficit crónico de áreas en Guayaquil tiene un impacto negativo directo sobre la salud, física y emocional, y la calidad de vida de los habitantes. Es evidente la diferencia de temperatura entre la ciudad y su periferia y que, dentro de ella, sea significativamente mayor la temperatura en áreas sin vegetación por factores como el calor del asfalto, los edificios y el trazado vial, que modifican el balance de radiación entre el suelo y el aire.

Los parques, los jardines y el arbolado conforman un oasis en medio del calor generado por el hormigón y el asfalto, y repercuten en la conservación de la naturaleza y en impedir el avance del cambio climático.

La intención de desarrollar un agresivo plan de arborización de la ciudad, acompañado por un control sobre el estado de salud de las áreas verdes existentes, se debe convertir, por tanto, en una prioridad de la administración municipal.