Ecos de la cumbre

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Lo que queda claro es que es hora de pasar de las palabras a las acciones concretas.

El día de mañana se clausurará en Madrid la Cumbre del Clima o COP25 (vigésimo quinta conferencia de las partes), convocada en el marco de la Convención de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático. Este evento que debía haberse realizado en Chile y que por su situación política fue trasladado a la capital de España, ha congregado representantes de alrededor de doscientos Estados miembros, además de especialistas, científicos, empresarios, organizaciones no gubernamentales y activistas de todas partes del mundo.

Los acuerdos a los que se arriben son de vital importancia, ya que es la última reunión para activar el Acuerdo de París, concebido como el primer pacto mundial vinculante en defensa del clima del planeta, que tiene que estar plenamente vigente en enero del año 2020. 

En este acuerdo se estableció un plan de acción y compromiso mundial para limitar el calentamiento global por debajo de los dos grados y proseguir los esfuerzos para que no supere los 1,5 grados. Entre los retos está el encontrar cómo movilizar la enorme cantidad de recursos que estos acuerdos demandan, que se fijan en alrededor de dos billones de euros, y cómo canalizarlos hacia los países menos desarrollados.

Entre las primeras conclusiones se advierte los significativos avances de algunos países, como China, frente al estancamiento de otros, como Estados Unidos, este último con un gobierno alineado junto con los escépticos del cambio climático y que ha iniciado los trámites para salirse oficialmente del Acuerdo de París, con las consecuencias que eso conllevaría.

Lo que queda claro es que es hora de pasar de las palabras a las acciones concretas. De los discursos rimbombantes a los hechos. Y hay que hacerlo pronto. Algunos estudios desarrollados por el panel de expertos de la ONU establecen cómo el punto de no retorno se ha adelantado y que para finales del presente siglo la temperatura media del planeta aumentará tres grados, con las graves consecuencias que eso significaría para muchas ciudades en todos los continentes, entre ellas, Nueva York, Buenos Aires y también Guayaquil.