Negacionismo y fanatismo

"En nuestro país, negacionismo, fanatismo y política van muchas veces de la mano. Si no fuera así no se entendería cómo hay quienes son fieles seguidores de políticos corruptos"
Se entiende al negacionismo como la evasión de la realidad y la negación de situaciones que pueden resultar incómodas o incomprensibles. Hay quienes aún niegan el Holocausto, el cambio climático o defienden al creacionismo como doctrina científica o quienes piensan que la Tierra es plana.
Para algunos, la COVID-19 no es más que una “simple gripecita” o un invento de laboratorio y que las vacunas traerán más enfermedades o vendrán con un chip incluido destinado a controlar nuestras mentes y nuestros cuerpos. Para ello hacen uso de falsos argumentos o prácticas retóricas que pretenden que estén a la par de sustentos científicos o de la más simple y elemental lógica. El negacionismo va ligado también con la desinformación, la ignorancia o el simple fanatismo, político o religioso.
En nuestro país, negacionismo, fanatismo y política van muchas veces de la mano. Si no fuera así no se entendería cómo hay quienes aún aplauden y son fieles seguidores de políticos corruptos, de mafias y estructuras delincuenciales presentadas como partidos políticos. Para ello basta presentarse como víctimas de la “oligarquía” y del poder (a quienes y de quienes se han servido toda la vida) como enviados de Dios o seres sufridos, torturados y ensangrentados (salsa de tomate incluida). El descaro y el cinismo son tan grandes que poco importa presentar a delincuentes como candidatos y buscar así un amparo legal. El problema no radica ahí sino en quienes están dispuestos a entregarles su voto y junto con ello la patente de corso para seguir delinquiendo.
Tanto en el negacionismo como en el fanatismo hay un trasfondo psicológico donde prevalece lo emotivo sobre lo racional, el sentimiento de inferioridad disfrazado de superioridad y la intolerancia.
El negacionista y el fanático, desde sus elementales posiciones intelectuales, al no poder sustentar sus “verdades” con argumentos sólidos y por su falta de racionalidad, terminan cargando con odio y con violencia sobre quienes representan la ciencia y la razón. Eso, ciertos políticos lo saben y, lo que es peor, lo alientan.