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Florencio Compte Guerrero | Volver a la ética

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Una democracia sólida se mide por el compromiso cívico y ético de sus ciudadanos

Se le atribuye a Albert Einstein la frase: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”. Se sorprendería Einstein de ver cómo hoy cada vez nos acercamos más a que esto se cumpla.

En una guerra, ya se sabe, todos pierden. Si se desatara un conflicto abierto en Medio Oriente las repercusiones alcanzarían a todos los países del mundo. Al final resultó que el líder al que eligió Estados Unidos y que afirmó -una y otra vez- que durante su mandato no participaría de ninguna guerra, ha abierto las puertas para algo a lo que nadie, aún, puede predecir su final.

Adela Cortina, una de las más importantes pensadoras contemporáneas, sostiene que una democracia sólida se mide por el compromiso cívico y ético de sus ciudadanos y que solo puede sostenerse sobre valores tan fundamentales como la justicia, la equidad y el respeto mutuo y que son estos principios los que nos permiten realizarnos como personas. Plantea que una ética democrática se estructura en dos niveles: una de mínimos y otra, cordial o del corazón.

Los mínimos son aquellos principios básicos que deberían ser respetados por todos, como los derechos humanos, sostiene Cortina. Si se transgreden estos mínimos morales no puede haber una democracia real. Aclara, además, que estos solo pueden sostenerse en sociedades compuestas por “individuos libres, racionales y dispuestos al diálogo”. Ante esto surge una pregunta: ¿todas las opiniones son respetables? El filósofo Juan Antonio Marina responde: “No. Lo que es respetable es el derecho a exponer tu opinión sin que haya una inquisición… Puede haber opiniones estúpidas, blasfemas, injustas, racistas… No, no. Respete usted mi opinión. La respeto o no la respeto, depende de cómo sea su opinión”.

Pero los mínimos no son suficientes. Cortina alude a la compasión como parte de la ética de la razón cordial. A aquella necesidad de ponernos en el lugar del otro para comprender su realidad y establecer una sociedad basada en el reconocimiento mutuo.

Ojalá quienes nos gobiernan y rigen los destinos del mundo así lo entendieran.