Fernando Insua Romero: El cortocircuito europeo

Europa se propuso liderar la transición ecológica y ha terminado atrapada en sus propios eslóganes
España vivió un apagón a la ecuatoriana y aunque las autoridades minimizaron el incidente es el síntoma de algo más profundo: el cortocircuito de una política energética que ha cedido más a la ideología que a la ciencia.
Europa se propuso liderar la transición ecológica y ha terminado atrapada en sus propios eslóganes. Para quedar bien ante ciertas élites -más mediáticas que técnicas- ha desmantelado fuentes estables como la nuclear, sin tener un reemplazo confiable.
España, que hace dos décadas invertía en reactores y redes, hoy cierra centrales y subsidia aerogeneradores que, sin viento, no producen nada. Alemania ya vivió esa ilusión: clausuró sus plantas nucleares, disparó su factura energética, perdió competitividad industrial y, como ironía final, volvió al carbón.
El caso español refleja un fenómeno global: grandes empresas energéticas disfrazadas de verdes para lavar su imagen, mientras los gobiernos giran hacia lo simbólico en vez de lo sostenible. Y así, mientras en China entre 2023 y 2024 se construyeron 11 centrales nucleares, Europa apaga las suyas para sentirse moralmente superior.
El gobierno socialista de Pedro Sánchez tardó cinco horas en pronunciarse sobre el apagón. Cuando finalmente habló, lo hizo con la escueta eficacia de quien no tiene ni datos ni plan. Echó la culpa a los operadores privados y descartó que el incidente tuviera que ver con la debilidad estructural del sistema actual. Negó que la falta de nucleares fuera un problema. “Mienten o son ignorantes”, dijo a quienes le increpaban. Pero los datos incomodan al relato.
El apagón afectó a más de 60 millones de personas y la Comisión Europea prepara su propio informe. Técnicos advierten que una red energética sin generación síncrona -como la que ofrecen las nucleares- es más vulnerable a colapsos. La crisis energética no solo es de suministro, es de dirección. No se puede electrificar todo -vehículos, calefacción, industria- y a la vez renunciar a las fuentes firmes que garantizan esa electricidad.
Cuando se prefiere agradar a activistas de redes sociales antes que proteger el sistema eléctrico, no se apaga solo la luz, sino la responsabilidad. El ecologismo serio no reniega de la tecnología, la aprovecha. El resto es ‘greenwashing’ con oscuridad.