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200 años después

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"Hay que recalcar, a propósito de tan digna recordación, que José Joaquín de Olmedo es, indudablemente, la figura más brillante y gloriosa de nuestra historia"

El gobierno de facto de los años 60 del siglo pasado decidió que la fundación española del Puerto Principal era el hecho histórico más importante para los porteños, llevada a cabo por el también descubridor del caudaloso Amazonas, por lo que se decidió oficialmente denominar al séptimo mes del año como el del ‘guayaquileñismo’.

Sin embargo, ahora que está transcurriendo octubre, con la solemne celebración del Bicentenario de Independencia de la ciudad, crece la opinión de que en realidad a este mes le correspondía con todo derecho darle el calificativo que le arrebató lo juliano.

Y es que el 9 de Octubre de 1820 significó, tras la victoria obtenida luego de la conjura ‘Fragua de Vulcano’, el comienzo de una gran gesta independentista que, al cabo de dos años, con tropas dirigidas y financiadas desde el puerto, logró primero desencadenar del yugo español, mientras ascendían del trópico a Los Andes a varias ciudades hasta que en la Batalla del Pichincha, el 24 de mayo de 1822, bajo el comando de Sucre, se logró la independencia de todo el territorio que había sido parte en la Colonia de la Real Audiencia de Quito.

Es, pues, la fecha octubrina el punto de partida de la independencia del país que sería República desde 1830, una vez separado de la Gran Colombia.

Hay que recalcar, a propósito de tan digna recordación, que José Joaquín de Olmedo es, indudablemente, la figura más brillante y gloriosa de nuestra historia y el que merece, con la mayor de las justicias, ser calificado como el “padre de la Patria” ya que encabezó el movimiento patriótico junto con Roca, Villamil, Antepara, Elizalde, Jimena, Febres-Cordero y algunos más, que al libertar la Perla del Pacífico, repetimos, inició la liberación total del país.

Para concluir el artículo señalaremos dos paradojas y es que como poeta Olmedo dedicó sus dos principales obras épicas: El canto a Junín y La oda a Miñarica a dos personajes de quienes se había separado por justa razones: Simón Bolívar y Juan José Flores. Al primero por diferencias sobre autonomía de La Perla y al segundo a quien combatió encabezando la Revolución Marcista. Como para repetir la vieja frase de que “el odio nace el amor”. Y viceversa.