CarnavaLasso

A esos y a los criminales decláreles frontalmente la guerra.
Tremendo carnavaLasso recibimos al enterarnos, documentadamente, sobre el altísimo grado de contaminación y corrupción de varios burócratas y allegados del Gobierno, donde se evidencia que algunos funcionarios de los sectores estratégicos han sido sugeridos por un Gran Traficante de influencias, vinculado a las mafias de la droga, según la investigación realizada por la Policía nacional y expuesta por la prensa.
Como sucedía en la década perdida, sufrimos un ‘déjà vu’ al ver a un presidente arrogante y dictatorial amenazar al periodismo y a quienes piensan diferente, declarando la guerra a la libertad de expresión. Inaceptable e impropio en democracia.
Parece que nadie le ha contado al presidente que el pueblo es el mandante y primer fiscalizador del poder público; por lo tanto, los ecuatorianos tenemos el derecho de recibir información sin censura previa acerca de los hechos de interés general, y el deber de denunciar los actos de corrupción (art. 83 CRE).
El tráfico de influencias es un delito, una manifestación de la corrupción administrativa y se comete cuando influyen en un funcionario público para que se emita una resolución que beneficie directa o indirectamente, a sí mismo o a un tercero. Y sí, la oferta de tráfico de influencia también es un delito, por ello la confesión del general Araus y varios ministros, que confirman sus reuniones con el Gran Traficante de influencias para que, por interpuesta persona, solicite al Ejecutivo considerar ascensos y nombramientos, es un tema que merece explicación, correctivos y sanción.
La investigación por tráfico de drogas que reveló por carambola, un comprobado tráfico de influencias no puede quedarse archivada como se ordenó; debe reabrirse y llegar hasta las últimas consecuencias, pues los ecuatorianos exigimos la verdad.
La falta de humildad del Ejecutivo para asimilar sus errores y combatir la corrupción, es preocupante.
Presidente, su enemigo no es la prensa, sino los corruptos que pululan y tratan a toda costa de enquistarse en su gobierno. A esos y a los criminales decláreles frontalmente la guerra.