Diana Acosta-Feldman: A refundarnos

Una Constituyente es la oportunidad para reflexionar y debatir sobre el país que queremos
Coincido con la afirmación de personeros del Gobierno en referencia a que nuestra Constitución es hiperpresidencialista y con un montón de parches, lo que refleja la necesidad de un cambio profundo para redefinir la estructura de gobierno que queremos y los derechos que anhelamos.
Una Constituyente es la oportunidad para lograr esos cambios, como la reforma electoral, para que se acabe de una vez por todas la tomadura de pelo de las organizaciones de alquiler, que se activan solo en época de elecciones para sacarle plata al Estado y pretender tener sus cinco minutos de fama, organizaciones sin militancia, ideología ni candidatos a la altura de las necesidades nacionales.
Una Constituyente es la oportunidad para continuar con lo que funciona, perfeccionar lo que medianamente funciona y eliminar lo que no funciona, como por ejemplo y sin discusión, el Consejo de Participación Ciudadana.
Es la oportunidad para reflexionar y debatir sobre el país que queremos.
Necesitamos una carta fundamental que no nos venda sueños imposibles, que no sea utópica, como el poema contenido en nuestro art. 66 numeral 2 de la Constitución, que ‘supuestamente’ nos garantiza, entre otras maravillas, el derecho al “trabajo, empleo, descanso y ocio, cultura física, vestido”, entre otros artilugios. El Estado no puede hacer todo y por ello, es correcta la afirmación de que nuestra Constitución está llena de un montón de sueños ideales, imposibles de ser provistos por el gobierno.
Coincido, será fundamental la conformación de quienes la redacten, imperativo que tengan conocimiento de lo que van a hacer, que sean expertos en tantas ramas como la redacción de una carta magna demanda; que tengan experiencia, pues la calidad del contenido y su redacción es básica para garantizar un buen resultado. Es crucial que la academia, los gremios y la sociedad civil participen activamente en tan delicada tarea.
Es hora de romper los candados que nos atan y abrir el Ecuador al mundo, de dar la bienvenida al arbitraje internacional, a la reforma electoral y a la refundación de la nación.