Diana Acosta-Feldman | La era del odio

El hecho de que la injuria y el insulto pesen más que el análisis nos tiene que hacer reflexionar como sociedad
El asesinato del estadounidense Charlie Kirk, político republicano, es una muestra más de la violencia política que sacude nuestra era.
El odio se ha convertido en la nueva lengua común, en especial de las redes sociales, donde delincuentes, troles asalariados y cretinos sin argumentos se esconden en el anonimato para difamar a quienes no piensan como ellos. El odio ha calado profundamente en ciertos políticos que lo utilizan como estrategia y en algunos ciudadanos que lo replican como bandera.
La mala utilización de las redes, que en algún momento prometieron democratizar la voz ciudadana, las ha convertido en fábricas de resentimiento que, sin la guía necesaria, pueden inclinar a los jóvenes a odiar y a acabar con el que piensa distinto. Nuestra juventud es bombardeada con mensajes de odio que la impulsan a la intolerancia y a celebrar el asesinato mediático del adversario.
Sí, el sicario con pluma es tan peligroso como el que aprieta el gatillo, pues ambos matan la libertad de expresión, unos con balas, otros con campañas de difamación.
El hecho de que la injuria y el insulto pesen más que el análisis nos tiene que hacer reflexionar como sociedad sobre esta lógica del odio, donde se cree que tenemos derecho a difamar a quienes no piensan como nosotros, a matar su reputación o simplemente a callarlos de un tiro.
El debate no puede morir, la frustración y la incompetencia se confunden con la verdad. Las redes sociales deben ser foros de deliberación y no trincheras de adoctrinamiento de mentes débiles rebosadas de alardeada ignorancia.
La democracia no debe ser devorada por el tribalismo; no es posible que el camino para enmudecer la opinión sea a través de un balazo súbito. Debemos rechazar a esos sicarios con pluma que publican y difunden veneno disfrazado de opinión, normalizando el odio como forma de hacer política.
No es suficiente condenar la violencia; debemos frenar esa complicidad silenciosa en redes sociales y el consumo del odio como entretenimiento. Prioricemos el debate frente a la bala y la tolerancia frente a la pólvora.