Jaime Izurieta Varea: Inercia versus audacia
. Los funcionarios, atrapados en un sistema que premia la inercia, temen por su relevancia
Una publicación en X me detuvo en seco: un colega, arquitecto de profesión, narraba su frustración ante un nuevo obstáculo burocrático. Su proyecto, cuidadosamente diseñado, quedó atrapado en un limbo administrativo por cinco semanas. ¿La razón? Una funcionaria exigía la inclusión de árboles en los planos, a pesar de que el terreno no contaba con ellos. La solución, no podía ser de otra manera, era añadir una nota aclaratoria y reiniciar el proceso de aprobación. Tiempo perdido, costos acumulados. E indolencia.
Este no es un caso aislado. La burocracia, rígida y desfasada, asfixia al sector inmobiliario. Cada formulario redundante, cada revisión innecesaria, eleva los costos de los proyectos y frena el desarrollo. Los empresarios, los diseñadores y, en última instancia, los ciudadanos pagan el precio de un sistema que no entiende de eficiencia ni de urgencia.
La tecnología para cambiar esto ya existe. Herramientas capaces de analizar planos arquitectónicos, verificar su cumplimiento con regulaciones y agilizar aprobaciones están a la vuelta de la esquina.
¿Qué nos detiene? No es la falta de herramientas, sino el miedo al cambio. Los funcionarios, atrapados en un sistema que premia la inercia, temen por su relevancia. Los planificadores, aferrados al control, desconfían de soluciones que no dominan. Y la sociedad, bombardeada por narrativas de ciencia ficción, recela de tecnologías que aún no comprende.
El camino hacia delante es claro. Primero, debemos capacitar a los actores del ecosistema inmobiliario -desde arquitectos hasta gobiernos locales- para que adopten estas herramientas como aliados, no como amenazas. Y segundo, abrir un diálogo público que desmitifique la tecnología y muestre su valor tangible: proyectos más rápidos, costos más bajos, ciudades más competitivas.
La premisa es sencilla: que el desarrollo no se detenga por caprichos administrativos, sino que avance con la audacia de los emprendedores y la precisión de sus innovaciones. La pregunta no es si podemos hacerlo, sino si tendremos el coraje de intentarlo.