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El porqué de la guerra (IV)

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Se ha buscado tender puentes a aquellos que se han mantenido al margen. Sin embargo, la historia sigue demostrando que los instintos prevalecen y que la única alternativa es estar preparados’.

(Continuación. Extracto de la carta dirigida por Sigmund Freud a Albert Einstein en 1932)

Freud cuestionaba la eficacia de pretender eliminar las tendencias agresivas como medio para evitar las guerras y sugería desviarlas apelando a su antagonista, el Eros, el instinto de vida, mediante la creación de vínculos afectivos, sean estos lazos de amor o de identificación, que generen un sentimiento de comunidad.

Teoriza así mismo, que al estar los hombres divididos, de forma innata e irremediable, en dirigentes y dirigidos, es preciso poner mayor empeño en educar una capa superior de hombres dotados de pensamiento independiente, inaccesibles a la intimidación, que breguen por la verdad, y una comunidad de hombres dispuestos a someter su vida instintiva a la dictadura de la razón. Esto lo hace una esperanza utópica, inalcanzable, como lo son las alternativas descritas.

Mas deberíamos cuestionarnos, ¿por qué nos indignamos tanto contra la guerra? Hasta el momento ha quedado demostrado que esta es natural, biológicamente bien fundada y prácticamente inevitable. La guerra en su forma actual ya no permite cumplir el antiguo ideal heroico, una guerra futura podría implicar la eliminación total de uno o ambos enemigos debido al perfeccionamiento de los medios de destrucción. Mientras existan Estados dispuestos a la destrucción inescrupulosa de otros, estos otros deberán estar preparados para la guerra.

Al proceso de evolución cultural, de civilización, debemos los grandes logros alcanzados por la humanidad y en buena parte lo que ocasiona nuestros sufrimientos. Este proceso ha producido una serie de modificaciones psíquicas que consisten en un progresivo desplazamiento de los fines instintivos y una creciente limitación de las tendencias instintivas, llegando a modificar nuestras exigencias ideales éticas y estéticas. Esta “cultura” promueve el fortalecimiento del intelecto que domina la vida instintiva e interioriza las tendencias agresivas, con sus consecuencias ventajosas y peligrosas.

Concluye el Padre del Psicoanálisis en esta misiva al genio de la física, que no pudiendo adivinar cómo evitar la guerra, podemos afirmar que “todo lo que impulse la evolución cultural obra contra la guerra”.

Hoy en día, noventa años después de esta misiva freudiana, que más que estar dirigida a un individuo parece estar dirigida a la humanidad, su contenido se encuentra vigente y resulta casi premonitorio.

Ucrania es el ejemplo más reciente y mediático de las incontables guerras que aún se sostienen en el mundo. Europa viene realizando esfuerzos por poner en práctica los principios descritos, el unir a culturas tan diversas mediante el establecimiento de elementos comunes, ideales comunes y reglas comunes. Las potencias mundiales han procurado unirse en torno a estos acuerdos, aceptando las diferencias y reforzando los lazos de comunidad. Se ha buscado tender puentes a aquellos que se han mantenido al margen. Sin embargo, la historia sigue demostrando que los instintos prevalecen y que la única alternativa es estar preparados.

“…mientras existan Estados y naciones que estén dispuestos a la destrucción inescrupulosa de otros, estos otros deberán estar preparados para la guerra”. (Sigmund Freud, 1932)