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Adair Turner: La IA no potenciará el crecimiento del PIB

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Pero es probable que la esperanza de que genere aumento sostenido de indicadores de productividad y del PIB sea ilusoria

Nadie ignora que la inteligencia artificial (IA) es una tecnología muy poderosa, con inmensas implicaciones económicas. Los precios de las acciones estadounidenses no reflejan solamente confianza en las perspectivas de las empresas tecnológicas, sino también una creencia en que la IA será motor de una bonanza más amplia. 

El gobierno británico está obsesionado con el crecimiento y considera alta prioridad el desarrollo de la IA; y todos los asistentes al Foro Económico Mundial de Davos en enero querían oír a los líderes mundiales de la IA. Ya hemos estado aquí. En los años 60 las computadoras eran equipos que por su tamaño y costo solo estaban al alcance de grandes empresas u organismos públicos. 

Pero la preocupación por la ‘automatización’ era tan grande que el presidente de EE.UU., Lyndon Johnson, encargó una investigación sobre el peligro de que las tecnologías informáticas pudieran ‘eliminar la mayoría de los puestos de trabajo’. 

No sucedió. Llegados los 70 no había indicios de un gran aumento de la productividad y los temores al desempleo tecnológico masivo remitieron. En los 80 el uso de computadoras personales y empresariales se disparó; pero en 1990, como observó el economista Robert Solow, la tecnología de la información (TI) estaba “en todas partes menos en las estadísticas de productividad”. Cuando los teléfonos móviles, Internet y la creciente capacidad del hardware y software prometieron una nueva revolución de la productividad basada en la conectividad, todos en el Foro Económico Mundial de 2000 querían oír a los líderes de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). 

John Chambers, director ejecutivo de Cisco, predijo que las TIC permitirían a la economía estadounidense crecer 5% anual en el futuro cercano y que “Internet constituirá la mitad del PIB en 2010”. Luego vinieron el ‘big data’, la economía digital, el aprendizaje automático y ahora la IA. Hasta ahora, nada de eso ha tenido impacto medible en las tasas de crecimiento a mediano plazo. Se podrá decir que la IA generativa, con su capacidad para aprender sola, no es una mera etapa más del desarrollo tecnológico. Pero subsisten dos razones por las que también es posible que no aparezca en los datos de crecimiento. 

Una parte importante (y creciente) de la actividad económica implica un juego de suma cero en pos de obtener ventajas competitivas, que no tiene impacto positivo ni en los indicadores de crecimiento ni en el bienestar humano. Lo que sí es casi seguro es que la IA generará enormes beneficios al bienestar humano en forma casi gratuita.

La IA tendrá un enorme potencial para empeorar daños al bienestar humano ya producidos por TIC anteriores. La capacidad de creación de ‘deepfakes está causando una explosión de ciberestafas, los algoritmos de redes sociales profundizan la polarización política y es probable que estén contribuyendo a una epidemia de enfermedades mentales entre los jóvenes. 

Para bien o mal (o como herramienta de competencia de suma cero cada vez más intensa), la IA tendrá un impacto omnipresente y acaso transformador. Pero es probable que la esperanza de que genere aumento sostenido de indicadores de productividad y del PIB sea ilusoria.