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“La primavera de la esperanza y  el invierno de la desesperación”

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"El uso del calendario ha venido generando a través de los tiempos la necesidad irresistible de hacer balances. De pensar en comienzos y finales"

Este era el artículo que debía salir fácil, que se debía escribir solo, después de todo, es sobre el 2020, y las palabras de Dickens me han estado dando vueltas en la cabeza por varias semanas. “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; era la edad de la sabiduría, era la edad de la estupidez; era la época de creer, era la época de la incredulidad; era la temporada de la luz, era la temporada de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y era el invierno de la desesperación; todo lo teníamos, nada teníamos; íbamos todos directamente al cielo e íbamos todos directamente al otro lado”.

Pero me ha costado escribirlo. Obviamente, lo que nos marcó en el 2020 fue el virus, la pandemia; pero hemos pasado por bastante más: desastres naturales como los incendios en Australia y California; la caída de Wall Street; el rechazo a usar mascarillas (es decir, el repudio consciente e intencionado a cuidarnos de aquello que nos puede matar, invocando una supuesta libertad); el asesinato de George Floyd y las extraordinarias consecuencias con las que sacudió al mundo; el querer hacer historia destruyendo la historia (la destrucción de los monumentos y estatuas), la polarización inverosímil que divide a los EE. UU.; la evidencia incontrovertible de la brutalidad policial; el desprestigio inaudito de la presidencia más importante del mundo -con una elección que conlleva un mensaje; los múltiples encierros y cuarentenas; la incapacidad demostrada por ciertas autoridades en sus ‘power trips’ mesiánicos; ‘Zoom’ y el nuevo estándar de trabajo. Y una vacuna que devuelve la esperanza.

El uso del calendario ha venido generando a través de los tiempos la necesidad irresistible de hacer balances. De pensar en comienzos y finales. Enero (el mes, January/Ianuarius) lleva su nombre por el dios Jano, de la mitología romana. Es el dios de las puertas, de los comienzos, de las transiciones y los finales. A Jano se lo representa con dos caras, mirando en direcciones opuestas: una viendo al pasado y otra al futuro.

En Grecia, en cambio, Zeus, deseando vengarse de Prometeo por haber robado el fuego de los dioses, presentó a Epimeteo (su hermano) una mujer: Pandora, con quien se casó. Como regalo de bodas, Pandora recibió un misterioso obsequio: una tinaja -hoy se acepta que fue una caja- con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto. Los dioses habían imbuido a Pandora una gran curiosidad, por lo que decidió abrirla para ver qué contenía. Al hacerlo, escaparon de su interior todos los males del mundo. Cuando atinó a cerrarla, solo quedaba en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza.

Por una parte, lo que vio la cara de Jano mirando al pasado, no lo podemos cambiar. Pero algunas lecciones debió dejarnos -allí están, solo hay que buscarlas. Muchos habremos sufrido pérdidas irreparables con sus intrínsecas infusiones de dolor y angustia, y muchos habremos -y quizá hasta por el encierro- abierto puertas que estaban cerradas y aprendido a ser mejores personas... Y, por otra parte, bien podemos decir que el 2021 es una caja de Pandora, pero que hay que abrir.

Para el un caso tenemos la reciedumbre y la resiliencia que nos suelen dejar el dolor y el sufrimiento, mientras que para el otro, aunque sea en el fondo de la caja, tenemos la esperanza.

‘Bring it on!’