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Joschka Fischer | Guerra y transformación en Oriente Medio

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Pero el alcance de los daños causados al programa nuclear sigue sin estar claro

Desde la antigüedad, la vasta región llamada Oriente Medio ha sido el puente entre Asia occidental y meridional, África y Europa. Centro de la revolución agrícola neolítica en el Creciente Fértil -entre el Éufrates, sureste de Anatolia, el Golfo Pérsico y el Mediterráneo oriental-, fue el granero original de la humanidad y cuna de las primeras grandes civilizaciones.

Oriente Medio fue también una encrucijada intelectual, donde se transmitían ideas entre el sur de Asia, el valle del Nilo y el Mediterráneo. La región dio origen a grandes religiones que siguen dando forma a la humanidad: zoroastrismo, judaísmo, cristianismo e islam. En la era moderna, la industrialización ha resaltado su importancia por sus vastas reservas de hidrocarburos y su papel clave en el comercio global, especialmente tras la construcción del Canal de Suez.

Sus habitantes han desempeñado un papel crucial a lo largo de milenios, originando imperios y configurando culturas, y mantienen una memoria histórica y una relación estrecha con Dios, lo que ha complicado y hecho más sangrienta la región.

La actual era de violencia comenzó tras la fundación del estado de Israel en 1948, cuando ejércitos árabes intentaron revertirlo por la fuerza. Desde entonces, Israel ha vivido guerras y campañas terroristas.

El último capítulo violento empezó el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás, grupo terrorista que gobierna Gaza, atacó Israel, matando y secuestrando a más de 1.200 civiles. Esto desencadenó la última guerra de Gaza y un conflicto regional con el “Eje de la Resistencia” -Irán, Hamás, Hezbolá, hutíes y el régimen sirio-.

Tras Irán, Hezbolá era la mayor amenaza militar para Israel, que logró penetrar el Eje, golpeando a sus líderes clave: Ismail Haniyeh en Teherán y Hassan Nasrallah en Beirut, ambos asesinados.

Antes de estos ataques, Israel realizó una operación encubierta contra las comunicaciones de Hezbolá, minando su moral. Luego, Assad cayó y huyó a Moscú en diciembre de 2024.

Con el Eje derrotado, Israel lanzó una campaña contra el programa nuclear iraní el 13 de junio, neutralizando defensas y asesinando comandantes. Poco después, EE. UU. bombardeó instalaciones nucleares subterráneas.

Sin embargo, el daño al programa nuclear no está claro. A pesar del éxito táctico israelí, las cuestiones estratégicas permanecen sin resolver.

¿Fue borrado el programa nuclear, como dice Donald Trump? ¿Seguirá el régimen? ¿Qué pasará con Irán, la guerra en Gaza y los palestinos? Sin respuestas, el conflicto continuará y será más peligroso.

Surge una oportunidad: si Israel y Arabia Saudita unieran esfuerzos para terminar la guerra en Gaza, supervisar la reconstrucción y garantizar la seguridad, valdría la pena.

El principal obstáculo es que Netanyahu debería renunciar a sus planes de anexión y ofrecer a los palestinos un camino viable hacia un estado. Como Netanyahu ha evitado esto (ayudando a Catar a canalizar fondos a Hamás para dividir a los palestinos), el caos e incertidumbre en la región probablemente persistirán mientras siga en el poder.