Columnas

A Guayaquil desde lo más alto

Salió ganador, pues siempre vivirá en el recuerdo, habiendo dejado un legado para los ecuatorianos; su esfuerzo rindió frutos al dejar una nueva cara en la política, una nueva forma de gobernar’.

Así celebró a su ciudad, en su 486 aniversario de fundación: se fue a ver desde lo más alto a esta ciudad que lo vio nacer y crecer y de la cual fue testigo de su transformación. Se fue no sin antes entregar al país todo su esfuerzo y energía para lograr un cambio, y lo logró. Con tenacidad e incansable dedicación empujó hombro a hombro, junto a todo su equipo de campaña, junto a su amigo, su hermano, a quien finalmente acompañó hasta la presidencia. Entregó su vida por un sueño, un ideal. El camino fue arduo y muy largo, pero nunca se rindió. Cada revés electoral lo llenaba de energía para seguir con la mira en la siguiente campaña, en la siguiente batalla. Aun cuando ya todo se veía perdido, cuando los números no daban, no se detuvo y no perdió la esperanza y convicción de que el cambio se podía lograr.

No era suficiente quedarse en la comodidad del libre ejercicio que brinda el sector privado. Como padre, esposo, hijo, amigo, sabía que el país requería un cambio, necesitaba crear oportunidades de crecimiento, de desarrollo, para lograr un futuro digno y viable. No estaba solo, junto a él, su amigo, su hermano, compartían esta preocupación, sabían que debían mirar hacia el lado público para lograr más. Así, en 2012 fundaron el Movimiento CREO, acrónimo de “creando oportunidades” e incursionaron en la política. Un sacrificio personal enorme para quien ya tiene un camino trazado, pero el llamado a servir fue más fuerte. Un guerrero que hace frente a cada batalla; la última contienda política coincidió con la más grande de todas, un cáncer que fuera detectado en la pandemia, como si esta no hubiera sido ya suficiente.

Salió ganador, pues siempre vivirá en el recuerdo, habiendo dejado un legado para los ecuatorianos; su esfuerzo rindió frutos al dejar una nueva cara en la política, una nueva forma de gobernar. Salió ganador, pero el país queda en duelo, y el duelo debe ser procesado. En su artículo, La subjetivación del duelo en Freud y Lacan, 2010, M. E. Elmiger nos dice, desde Lacan, la muerte produce una estocada en el fantasma, conmociona, desanuda, nos confronta con la inexistencia del Otro (Lacan, seminario VIII), nos encara con la angustia, será el ‘acting out’ la respuesta si no se logra subjetivar la pérdida. Para Freud, en su texto Duelo y melancolía, no es la pérdida de un ser querido, sino lo que de uno se pierde en esa pérdida. El trabajo de duelo consistirá en lograr subjetivar dicha pérdida, traducir lo que se pierde en formas discursivas, subjetivas y colectivas. Esta función subjetivante debe articularse en lo público, lo privado y lo íntimo. En lo público mediante rituales y ceremonias, en lo privado mediante la simbolización de lo real y en lo íntimo mediante la subjetivización de lo perdido del lazo. Pasar de lo real a lo simbólico, de lo traumático a la reinscripción de la falta, permitirá al sujeto reencadenarse en la cadena significante y en el lazo social.

En este gobierno del encuentro, el país se une a despedirlo y a agradecerle. El presidente lo nombra, su hermano del alma y compañero de lucha, su familia unida, sus amigos, lo lloran y se consuelan al saber que ahora la pelea la continuará peleando desde la eternidad.

Que Dios te tenga en su gloria.