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La anhelada coherencia

"Basta recordar a Galileo, quien tuvo que esperar quinientos años para que le digan “tenías razón, flaco... se movía, nosotros estábamos equivocados, por favor perdona la mala onda"

Imagen P09 ANHELADA COHERENCIA
"Creo que al final del día, lo que deberíamos buscar es vivir nuestra vida de una manera coherente, consecuente con aquellos principios de los que estamos convencidos. Fácil no es... si no, pregúntenle a Galileo".Adrián Peñaherrera

Un católico que haya votado por Biden ¿podrá evadir la condenación eterna? El arzobispo J. Strickland, de una diócesis de Texas parece que cree que no. Apoyó públicamente en su momento un video del padre J. Altman, pastor en Wisconsin, que decía que no se puede ser demócrata y católico. La polarización política en EE. UU. se refleja con claridad en los líderes de la Iglesia católica allá. Los sacerdotes no deberían decir a los fieles cómo votar o no votar en una elección. Pero las pasiones muchas veces generan incoherencia en los conceptos.

La Iglesia, madre y maestra, se ha equivocado mucho a través del tiempo. Basta recordar a Galileo, quien tuvo que esperar quinientos años para que le digan “tenías razón, flaco... se movía, nosotros estábamos equivocados, por favor perdona la mala onda”; o basta traer a análisis la venta de las indulgencias que se ofrecían porque se necesitaba dinero para completar la construcción de la Basílica de San Pedro; o -sin duda- recordar la asquerosa conducta de sacerdotes pederastas en varias partes del mundo, y su deplorable encubrimiento.

Pero la incongruencia no es ajena a nuestros días. Solo unos cuántos párrafos antes de que el Catecismo de la Iglesia Católica dijera con resonante categoría que “la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción”, decía -allí mismo, ocho parrafitos más arriba- que “las penas deben ser proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir en casos de extrema gravedad, la pena de muerte”. Sí, así de grave, la Iglesia aceptaba la pena de muerte como válida. Una incoherencia insalvable e insostenible, pero parecía no importar mucho.

Tuvo que llegar Francisco a cambiar las cosas. Reformó el texto para que dijera: “Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común (...). Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves (...). Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.” (Discurso de Francisco con motivo del 25 Aniversario del Catecismo, octubre de 2017).

Sin embargo, cuando él mismo dice que “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello. (...) Lo que tenemos que crear es una ley de unión civil. De esa manera están cubiertos legalmente. Yo defendí eso”, resulta que entonces muchos dicen que se está equivocando.

Palabras que afianzan lo dicho por él en ‘Amores Laetitia’: “Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios”.

Creo que al final del día, lo que deberíamos buscar es vivir nuestra vida de una manera coherente, consecuente con aquellos principios de los que estamos convencidos. Fácil no es... si no, pregúntenle a Galileo.