Claudia Tobar Cordovez | La IA, ¿en manos de quién?

Abrir espacios de debate nos permitiría cerrar brechas de desigualdad en lugar de ampliarlas
Hablar de inteligencia artificial ya no es novedad: la vemos, la usamos, la cuestionamos, y al menos hoy todos sabemos de qué se trata. El verdadero desafío no está en su existencia, sino en que las implicaciones éticas, normativas y de uso siguen en manos de unos pocos con intereses particulares.
Cada país intenta crear comisiones y entender la magnitud del asunto. En Ecuador, por ejemplo, la Asamblea Nacional debate un proyecto de ley específico sobre IA con aportes de la Unesco, Flacso y otros actores. Sin embargo, mientras los marcos legales se discuten, los usuarios ya llevan una enorme ventaja en su uso cotidiano.
En Estados Unidos, la evolución y el desarrollo han quedado en manos de Silicon Valley, confiando en los propios desarrolladores como principales referentes. A diferencia de la Unión Europea, que en 2024 aprobó la primera gran ley integral de IA en el mundo, el AI Act, basada en la identificación de riesgos, EE. UU. aún carece de un marco único nacional que regule la tecnología. En Asia, China es el jugador más avanzado, con un sistema de regulaciones que responde a un enfoque de control político y social.
¿Y qué pasa en Latinoamérica? Tradicionalmente la región ha recibido con retraso los grandes desarrollos industriales, lo que generaba una desventaja significativa. Pero la globalización ha cambiado las reglas: la IA está hoy al alcance de todos, ofreciendo la oportunidad de ser simples usuarios pasivos, críticos, o promotores activos de la tecnología.
Como país, tenemos la posibilidad de participar de manera proactiva en esta conversación. Abrir espacios de debate nos permitiría cerrar brechas de desigualdad en lugar de ampliarlas. Reunir a líderes de distintas industrias para guiar mejores prácticas es un paso urgente. Y, sobre todo, dar voz al ciudadano común, quien será el más afectado por estos cambios, resulta fundamental para el futuro de la IA.
No se trata solo de regular, sino de comprender qué proyectos se están creando para educar, democratizar y potenciar el uso de esta herramienta.
La pregunta no es si la IA será parte de nuestro futuro, sino: ¿quién quiere sumarse a construirlo juntos?