Claudia Tobar: La ingrata vejez

La longevidad es otro factor que influye en esta realidad
Envejecer es un proceso tan natural como doloroso. Todos envejecemos, pero con el tiempo no solo nuestra salud se deteriora, sino que también las relaciones que marcaron nuestra vida comienzan a desvanecerse. Envejecer puede ser ingrato, al igual que la paternidad. Uno dedica su vida con sacrificio a los hijos y de pronto ellos crecen, vuelan y muchas veces se descuidan de los padres que dieron todo por ellos.
El ritmo acelerado de la vida nos deja con poco tiempo para todo: cuidar de los hijos, de nosotros mismos, hacer ejercicio, comer sano, ver a los amigos, seguir capacitándonos. Entre tantas prioridades, el cuidado de nuestros padres o abuelos suele quedar relegado.
En España, aproximadamente el 20 % de las personas experimentan soledad no deseada, afectando especialmente a los adultos mayores. Además, casi el 70 % de quienes sufren soledad llevan más de dos años en esta situación, aumentando significativamente el riesgo de depresión. En respuesta a esto han surgido plataformas tecnológicas que permiten monitorear a los adultos mayores, alertando sobre caídas y golpes. Sin embargo, ninguna tecnología puede reemplazar el cariño, la conversación y la presencia de un ser querido.
La longevidad es otro factor que influye en esta realidad: vivimos más años, pero no necesariamente con mejor calidad de vida o compañía. En Ecuador han surgido clubes y casas hogar para adultos mayores funcionales, donde pueden socializar, aprender y mantenerse activos. Estos espacios no solo les ofrecen actividades y cuidados, sino también amistades y una nueva razón para seguir disfrutando la vida.
Otra solución para minimizar la soledad es la conexión digital. Aunque parezca paradójico, las videollamadas, los mensajes y hasta los juegos en línea pueden hacer una gran diferencia en la sensación de compañía. La tecnología no sustituye la presencia, pero puede acortar la distancia. Si tiene un abuelo o abuela, visítelo hoy y hágale saber cuánto lo quiere. Una conversación, un gesto de cariño, pueden cambiarle el día… y quizás también la vida.