Columnas

Un país ingobernable

No es un accidente que este sea un país ingobernable. Es la decisión mezquina de nuestros políticos y la acción pasiva de los ciudadanos

El Ecuador nunca ha sido un país de acuerdos duraderos. El liberalismo que inauguró una nueva era republicana no tardó en canibalizarse entre alfaristas y placistas. La ADE, que trajo de vuelta al Profeta a su tierra fue más efímera que el gobierno que ayudó a levantar. La famosa Aplanadora de la derecha y las alianzas del resto de la izquierda con el correísmo se rompieron en medio de las Constituyentes de Sangolquí y Montecristi, respectivamente. Con tales ejemplos no extraña ver lo que ha pasado estos últimos meses con las alianzas electorales y pactos coyunturales.

Pero no son únicamente los partidos y las coaliciones partidistas los que se resquebrajan, sino también diversos tipos de organizaciones sociales. Solo en estos días recientes hemos visto dividirse a los transportistas frente a la sorpresiva decisión del aumento y congelamiento de los combustibles del Gobierno Nacional, luego de varios meses de negociaciones en las que no faltaron los gremios que desconocieran al proceso de diálogo.

También hemos sido testigos de los accidentados acercamientos entre PK y el oficialismo, a los que la Conaie ha respondido con duras condenas y amenazas. En sendos comunicados que lanza la confederación, no solo sorprende la manera en que esta pretende imponerse al brazo que posee el mandato del soberano. Llaman más la atención los puntos dirigidos a desaprobar lo que perciben como “intentos de división” desde afuera y adentro del movimiento indígena.

Y en medio de tanta discordia, unos nuevos Consensos de Cusín, de clara procedencia, pero dudosa trascendencia, nos muestran los límites del diálogo civil. Una convocatoria marcadamente regional y de poca diversidad ideológica produjo un documento con una visión reduccionista fiscal que no alcanza a ser una respuesta a los complejos problemas del país.

La democracia requiere de paciencia, consensos y credibilidad. Debe ser un conflicto sin violencia donde el que pierde espera a la siguiente ronda, o acepta ceder para compartir el poder transitorio. No es un accidente que este sea un país ingobernable. Es la decisión mezquina de nuestros políticos y la acción pasiva de los ciudadanos.