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La otra guerra
por pelear

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Con el país todavía conmocionado por la más reciente masacre carcelaria, el presidente nos dice que el Ecuador está enfrentándose con poderosas organizaciones criminales internacionales y nos asegura que les dará batalla. Lamentablemente, parece que ni el primer mandatario ni la mayoría de nosotros nos hemos dado cuenta de que hay otra guerra que estamos perdiendo desde hace mucho tiempo, contra nosotros mismos, y que por ella también se han dado los trágicos sucesos de la Penitenciaría del Litoral.

Demasiadas condiciones conspiraron para debilitar al Estado ecuatoriano y dejarlo sin la capacidad de prevenir la barbarie, pero muchos más son los cómplices. Entre ellos están cada autoridad que ha pedido dinero a las familias de inocentes y culpables para no meterlos o sacarlos de una prisión. Cada ciudadano que ha clamado por mano dura esperando que repartir palo y plomo, hasta llenar las cárceles, sea la solución para la injusticia que alimenta a la violencia en este país. Cada legislador y jurista que careciendo de imaginación ha diseñado leyes centradas en el castigo a través de años de cárcel y olvidado que estas deben servir también para reparar el daño, rehabilitar a la persona y preservar la paz social. Cada gobernante que contra toda evidencia no ha sabido más que condenar a sus antecesores y nunca llega a preguntarse qué hicieron bien sus enemigos. Cada opositor que mezquinamente prefiere seguir con sus riñas infantiles con el gobierno de turno y distraer el país en sus peores momentos. Y la lista puede seguir.

La lucha en esa guerra interna por el alma y el cuerpo político de la República es más difícil que cualquier conflicto que se pelee con armas. Requiere la sobriedad para reconocer que al fin de cuentas nadie relevante sale bien librado, que la demagogia electorera tiene un precio en vidas y que incluso de los malos gobiernos se puede rescatar lo bueno.

Tal vez con mayor urgencia, es necesario que el Gobierno aprenda a distinguir a buenos amigos de buenos servidores públicos y se deshaga de las gárgolas indolentes e inmóviles que están perchadas en el poder. No dejemos que nos aplasten por dos frentes.