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César Febres-Cordero Loyola | ¿Por qué se pelean por Guayaquil?

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Hoy, Guayaquil y las otras grandes ciudades del país han vuelto a ser un campo de batalla político

En la mayor parte de las ciudades del país, el poder central y la autoridad local comparten una misma plaza o avenida. El presidente y sus gobernadores abren y cierran sus despachos casi todos los días frente a los alcaldes de las principales ciudades, aunque por lo general intentan no cruzarse con ellos. Esa cercanía física delata una intrínseca relación entre la suerte de los presidentes y alcaldes del país, y explica en parte la ambición por derrocarse los unos a los otros cuando no logran acomodarse y coexistir en paz. Solo basta examinar el caso de Guayaquil.

Podemos recordar cómo Velasco Ibarra hizo sacar al Capitán del pueblo, Carlos Guevara Moreno, de la Alcaldía de Guayaquil, algo que también haría décadas después León Febres-Cordero con El loco que ama, Abdalá Bucaram. Para ambos presidentes, Guayaquil era un refugio en tiempos de crisis, al cual se podían replegar para reorganizarse o donde podían darse un baño de masas. Incluso cuando Febres-Cordero fue secuestrado con su comitiva en Taura, Guayaquil le sirvió a Nebot y a sus otros lugartenientes para convocar una movilización popular de respaldo y así ejercer presión sobre los militares sublevados y sus aliados en la capital.

Hace todavía pocos años, en octubre de 2019, cuando algunos ya se creían caídos en Carondelet, Lenín Moreno salvó a su gobierno trasladando la sede del poder a Guayaquil, donde Cynthia Viteri y Jaime Nebot recibieron con brazos abiertos a un presidente que ellos y todos sabían estaba ahí para guardarle el puesto al siguiente. Bucaram, huyendo de Quito en 1997, había intentado lo mismo, y hasta se instaló en la Gobernación para declarar que daría guerra desde ahí, pero viéndose en las fauces de sus enemigos socialcristianos que gobernaban la ciudad, al rato cogió un vuelo y partió hacia el tercero de cuatro exilios.

Hoy, Guayaquil y las otras grandes ciudades del país han vuelto a ser un campo de batalla político. Parece que los del Nuevo Ecuador no quieren repetir los viejos errores de algunos de los antiguos inquilinos de Carondelet.