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No hemos aprendido nada

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Este país dice que le importamos pero, en la realidad, solo observan cómo nos matan. ¿Hasta cuándo vivimos de víctima en víctima, de indignación en indignación?

Este 21 de diciembre se cumplirán dos años del femicidio de Lisbeth Baquerizo, un caso que conmocionó al país, pero por el que no hay ningún responsable tras las rejas.

El 12 de este mismo mes, Naomi Arcentales cumplirá un año de haber sido encontrada sin vida en un hotel de Manabí, ahorcada con el cable de un televisor. Su novio, un fiscal en funciones, fue grabado mientras la agredía físicamente, pero para la justicia sigue siendo un suicidio. Al igual que en el caso de Lisbeth, la respuesta ha sido la impunidad.

El 11 de diciembre se cumplirán tres meses del femicidio de María Belén Bernal. Tal vez el que más recordamos, porque es el más reciente. Pero ocurre lo mismo que con los otros dos casos: el responsable no ha sido localizado y no hay sanción ni reparación por la vida truncada de una mujer.

Germán Cáceres sigue prófugo, los plazos nunca se cumplieron, su madre -como la de Lisbeth y la de Naomi- sigue implorando por justicia mientras las demás nos enfrentamos a un sistema que nos da la espalda y solo posa para la foto, derrumbando edificios.

Este año ha sido el más violento para nosotras en el país: van 345 mujeres muertas por razones de género.

¿Un nuevo Ministerio de la Mujer es lo que nos hace falta para que se haga justicia para todas las víctimas de violencia de género? Leyes hay, pero no se cumplen. Presupuesto hay, pero no se ejecuta… ¿Por qué es tan difícil que en Ecuador haya una prevención efectiva del abuso y una reparación integral para nosotras? Seguimos solas, desprotegidas, violentadas.

¿Cuál es el plan de acción del Ministerio de la Mujer? ¿Pasará lo mismo que con los 25 centros violeta que se ofrecieron y de los cuales no funciona ni uno?

Este país dice que le importamos pero, en la realidad, solo observan cómo nos matan. ¿Hasta cuándo vivimos de víctima en víctima, de indignación en indignación?

Sin gestión y sin vigilancia, todas estas promesas y marcos legales son letra muerta: nunca se traducen en acciones. Y parece que no hemos aprendido nada.