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No puedo emborracharme

Avatar del Catrina Tala

¿Si Sanna fuera hombre, tendría que soportar el mismo escrutinio? Sin pensarlo un minuto les respondo: no.

Hace algunas semanas, la presidenta de Finlandia, Sanna Marín, fue noticia mundial cuando se viralizó un video en el que se divertía en una fiesta privada. Tuvo días de portadas mundiales y fue prácticamente obligada a realizarse exámenes toxicológicos para que se “compruebe” que no había consumido drogas.

Sanna llegó a la presidencia a los 34 años y, siendo una de las líderes más jóvenes del planeta enfrentó la pandemia con una de las tasas de letalidad más bajas de Europa. Luego, cuando inició la guerra en Ucrania, no tambaleó en viajar a Suecia para obtener apoyo en un intento histórico de unirse a la OTAN. Pero sus logros y acciones quedaron en el olvido cuando apareció ese video que mostraba a una mujer bailando y divirtiéndose con sus amigos. Qué pecado.

¿Si Sanna fuera hombre, tendría que soportar el mismo escrutinio? Sin pensarlo un minuto les respondo: no.

Las mujeres no podemos divertirnos si ocupamos cargos que representan a un país entero. Estamos mucho más expuestas en una sociedad que todavía no logra entender que tenemos exactamente los mismos derechos que otro ser humano. Las mujeres somos señaladas a diario.

El mundo observa a sus líderes masculinos cantando en ruedas de prensa, celebrando en matrimonios, bailando en fiestas, en la Asamblea, o tomando un trago en alguna reunión. Nadie se asombra cuando un hombre alza la voz, insulta o decide ser grosero. Ahí no importa, porque parte de construir personajes fuertes es ser “machitos”, rudos e incluso, de vez en cuando, inspirar respeto a través de la violencia. Las mujeres seguimos siendo juzgadas con desventaja en el mundo político gobernado desde el principio de la historia por hombres.

A pesar de las muestras de apoyo, la presidenta tuvo que explicar que era un ser humano normal, pero yo me quedo aún con el sinsabor de que todavía, por mucho tiempo más, vamos a tener que demostrar que podemos salir, bailar, tomar, besarnos, emborracharnos y tener relaciones con quien nos da la gana, sin darle explicaciones a quienes quieren calificar nuestro trabajo por lo que hacemos en nuestra vida privada.