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Carlos Emilio Larreátegui: Sociedades atomizadas

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La democracia depende de la existencia de espacios de interacción social positiva

No resulta novedoso afirmar que vivimos en sociedades fracturadas. La polarización, el odio y la división se han convertido en patrones comunes de la interacción cotidiana. Si bien algunos políticos explotan esta realidad en su propio beneficio, no son ellos los principales responsables de la fragmentación de nuestras comunidades.

El psicólogo estadounidense Jonathan Haidt ha analizado este fenómeno y, con su teoría sobre la “atomización de la sociedad”, hace un diagnóstico contundente. Según Haidt, desde la segunda mitad del siglo XX, las familias han ido encerrándose en sus propios espacios, reduciendo drásticamente la participación cívica y el contacto con realidades distintas. Haidt afirma que los avances tecnológicos son los promotores de esta tendencia: la televisión, el aire acondicionado y el vehículo particular han establecido gradualmente un estilo de vida más aislado e individualista. Hoy, las redes sociales y los dispositivos móviles fomentan la continuación de este fenómeno, exacerbando el ensimismamiento y debilitando el tejido social.

Ante esta realidad, la universidad se erige como un espacio necesario de encuentro, cooperación y debate constructivo. Allí conviven, como en cada vez menos espacios, personas de diversas procedencias y formas de pensar. Su naturaleza formativa permite que el intercambio de ideas se realice en un marco de respeto y búsqueda de la verdad. Este fenómeno adquiere aún más relevancia si consideramos que quienes participan son jóvenes que buscan construir sus valores y percepciones sobre el mundo.

La democracia depende de la existencia de espacios de interacción social positiva. Son lugares que permiten a las personas reconocerse en sus semejantes, y fomentar la empatía necesaria para superar diferencias y construir un futuro compartido. Las sociedades deben promover la creación de espacios que integren a las comunidades y fomenten el respeto, la tolerancia y la convivencia pacífica. Es el mejor antídoto contra el populismo divisorio y el odio que ciertos actores buscan imponer en la sociedad.