Editorial | Sin resultados contundentes en seguridad
Ecuador no puede resignarse a vivir en un baño de sangre permanente; es hora de que el Gobierno central asuma su rol
El repunte de la violencia en localidades como Playas y El Empalme, y de las extorsiones, como en Puná, desnuda la fragilidad de la estrategia oficial en seguridad. Pretender desviar la atención culpando a la Corte Constitucional es una postura que elude la verdadera raíz del problema.
La responsabilidad primaria recae en el Gobierno central y en los cuerpos de seguridad, que no han logrado resultados contundentes. El país no necesita excusas, sino respuestas y acciones efectivas frente a un crimen organizado que avanza con impunidad. El recurso de declarar estados de excepción temporales, sin un plan integral de largo alcance, solo confirma la improvisación gubernamental.
La inseguridad que vive Ecuador no se resuelve con medidas simbólicas o tibias, sino con políticas sostenidas, coordinación interinstitucional y fortalecimiento real de las capacidades de la fuerza pública. Mientras las autoridades sigan actuando como si se tratara de una emergencia pasajera, la delincuencia continuará imponiéndose en calles, barrios y comunidades enteras.
Los datos hablan por sí solos: este primer semestre ya fue el más violento de la historia reciente, y los nuevos ataques y ajustes de cuentas entre bandas criminales apuntan a que la tendencia se mantendrá. Si no se acaba con la impunidad y corrupción que alimentan al crimen organizado la violencia se volverá crónica.