Carlos Emilio Larreátegui | ¿Un futuro sin Occidente?

Occidente, como ideal, ha sido el mayor generador de bienestar y progreso que registra la historia
Polarización, oligarquía, nacionalismos y división. En los últimos años, Occidente ha mostrado fracturas que parecen amenazar el liderazgo económico y moral que ha ejercido durante siglos.
Occidente, más que una geografía, es un ideal. Nació en la antigua democracia griega, atravesó su adolescencia en el seno del Imperio romano, se afianzó con el cristianismo y la civilidad que este aportó, y alcanzó su madurez al defender la dignidad humana durante la Segunda Guerra Mundial. Son esos valores -cultivados a lo largo de 2.500 años- los que hacen a Occidente y han permitido el mayor desarrollo humano jamás visto.
Sin embargo, hoy ese legado parece tambalear. El poderío y el progreso material alcanzados por modelos alternativos han eclipsado a varios países occidentales, generando intensos debates sobre la viabilidad y eficacia de los sistemas democráticos que otorgan libertades a sus ciudadanos.
No es la primera vez que el mundo presencia un fenómeno así. En el siglo pasado, primero con el fascismo y luego con el comunismo, Occidente vaciló ante los resultados -aparentemente- extraordinarios de dichos sistemas, y algunos países trataron de emularlos. Pero la perversión sobre la que se cimentaban, junto con la presión de un Occidente cohesionado, acabó por derribarlos.
La historia demuestra que el ser humano anhela, por encima de todo, felicidad, seguridad y autodeterminación. Los modelos mencionados -al igual que los que hoy imperan en Rusia, China o en parte de Medio Oriente- sacrifican estos ideales, oprimen a sus pueblos y degradan su dignidad en nombre de utopías colectivistas.
Es innegable que Occidente atraviesa una crisis y que sistemas ajenos a nuestros valores parecen superarnos en resultados materiales. Pero no olvidemos que Occidente, como ideal, ha sido el mayor generador de bienestar y progreso que registra la historia. Su capacidad demostrada para regenerarse debe darnos esperanza. Es tarea impostergable, entonces, encontrar nuevos liderazgos capaces de revitalizar y defender los principios que han hecho de Occidente un referente para la humanidad.