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El odio

Avatar del Carlos Andrés Vera

A los ciudadanos que asumieron el rol de parlantes de un caudillo y en ‘loop’ infinito repiten “odiador, odiador, odiador”, les invito a ejercer soberanía -ese tema sobre el que viven dando cátedra- en el terreno de sus propias conciencias

Zanjemos de una vez esa tontería de llamar “odio” u “odiador” a cualquiera que recuerde los abusos y la corrupción de una organización política obsesionada con lograr su impunidad, el caudillo a la cabeza. Un ejemplo es suficiente para ilustrar el peligro de tomarse la píldora de la amnesia y aceptar, sin más, que recordar el pasado es odiar.

Quienes han investigado el caso Gabela saben que el poder político encubrió a los autores intelectuales de su asesinato, desapareciendo partes de un informe cuyo contenido completo, hasta hoy se desconoce.

Al cuestionar una compra de helicópteros llena de irregularidades y confrontar a los involucrados, Gabela estaba metiendo el dedo en una llaga profunda: la corrupción permeando en lo más alto del mando militar, desnaturalizando el rol fundamental de las Fuerzas Armadas. Por eso lo mataron. Y por eso el poder político encubrió a los responsables. Si eso ocurrió a vista de todo el país hace doce años, hoy no debe extrañar que un radar para controlar al narcotráfico sea boicoteado en las narices de los oficiales que supuestamente lo resguardaban. Tampoco extraña que un estafador como Don Naza ingrese a sus anchas al Ministerio de Defensa.

Es imposible reparar los problemas del presente si no identificamos su origen, en el pasado. Por eso, políticos manchados hasta las orejas de corrupción, llamarán odio al ejercicio de recordar, pero no por eso los ciudadanos deben secundarlo.

Son cientos los casos de corrupción y abusos ampliamente documentados, como el de Gabela.

Por favor, ¡Carlos Pólit acaba de financiar $ 14 millones de fianza en EE. UU. gracias a los sobornos que recibió por ignorar la corrupción que campeaba en todo el Estado! Hay que recordarlo siempre, para que asuntos semejantes nunca se repitan.

A los ciudadanos que asumieron el rol de parlantes de un caudillo y en ‘loop’ infinito repiten “odiador, odiador, odiador”, les invito a ejercer soberanía -ese tema sobre el que viven dando cátedra- en el terreno de sus propias conciencias.