Carlos Alberto Reyes Salvador | Política incendiaria
Las elecciones se perfilan como una arena donde las tensiones y las frustraciones pueden explotar en cualquier momento
En un Ecuador sumido en el caos, las llamas no solo consumen los bosques y parques, sino también la esperanza y la confianza en el futuro. Quito, Guayaquil, Loja y otras ciudades arden mientras el país enfrenta apagones, sequías, y una crisis económica que parece no tener fin. Lo que debería ser un período de reflexión política y preparación para las elecciones, ha comenzado con piromanía, alimentada por aquellos que buscan desestabilizar al Gobierno y sembrar miedo entre los ciudadanos.
Los incendios que arrasan las ciudades del país no parecen ser simples accidentes. Son, en muchos sentidos, un reflejo de la desesperación y el descontento, pero también de una mano invisible que parece orquestar estos desastres. En el centro de este caos, la ciudadanía sufre las consecuencias. No es solo un gobierno el que está bajo ataque, es el país entero el que está siendo herido. En medio de una crisis eléctrica causada, en parte, por la falta de lluvias, pero principalmente por la histórica falta de planificación para migrar hacia energías renovables, la fragilidad del Estado queda expuesta.
El problema va más allá de lo meteorológico; es un problema de fondo, de visión a largo plazo, de planificación estatal. Las decisiones postergadas durante años ahora nos pasan factura, afectando no solo el acceso a la electricidad, sino también al agro, encareciendo productos básicos y aumentando la pobreza en una nación ya golpeada por la inestabilidad.
En este contexto desolador, las elecciones se perfilan como una arena donde las tensiones y las frustraciones pueden explotar en cualquier momento. Daniel Noboa, hasta ahora uno de los favoritos en la contienda, ha logrado mantener una posición firme, capitalizando el descontento con el correísmo y el clamor por acabar con la delincuencia y la corrupción. Sin embargo, su popularidad ha sido erosionada por las decisiones económicas impopulares que ha tomado, como el aumento del IVA, que ha profundizado la crisis económica y aumentado el desempleo. Aunque su postura contra la mafia y su lucha contra la delincuencia han sido bien recibidas, la economía sigue siendo una herida abierta.
Noboa enfrentará, además, una Asamblea Nacional presidida por la Revolución Ciudadana, un bloque político que no le dará tregua. Cada propuesta, cada intento de reforma, será probablemente boicoteado por una oposición dispuesta a sabotear su gobierno. A esto se suma la figura de una vicepresidente exiliada, consumida por la sed de venganza, cuyo único objetivo parece ser reemplazar al presidente en cuanto tenga la oportunidad. La posibilidad de que ella llegue a asumir la presidencia es un escenario que, de materializarse, tendría consecuencias incalculables para el país.
Noboa se encuentra en una encrucijada peligrosa. Las decisiones que tome para mantener a su vicepresidente al margen serán cruciales, no solo para su futuro político, sino también para el destino del país. Si la deja gobernar, corre el riesgo de perder el control de su administración y desatar una crisis política aún más profunda. Si, por el contrario, logra manejar la situación con astucia, podría consolidarse como el líder que Ecuador necesita en este momento de incertidumbre.
Mientras el circo electoral sigue su curso, el país se hunde entre los apagones, la sequía y los incendios.