Carlos Alberto Reyes Salvador | Escribiendo la historia

Fue un discurso escrito con precisión, que mostró un equilibrio entre el tecnócrata que entiende desafíos estructurales...
El 24 de mayo de 2025 Daniel Noboa se presentó ante el país con el temple de quien ya ha sorteado una primera prueba de fuego y ahora se alista para asumir, por primera vez, un mandato completo. Su discurso de posesión no fue una hoja de ruta de gobierno. Fue, ante todo, un ejercicio cuidadosamente medido de estilo, forma y fondo. Un mensaje cargado de simbolismo, pulso emocional y determinación política.
Desde el inicio, Noboa optó por un tono firme pero empático, directo sin perder solemnidad, emotivo sin caer en el populismo. Fue un discurso escrito con precisión, que mostró un equilibrio entre el tecnócrata que entiende los desafíos estructurales del país y el líder político que sabe comunicar esperanza en medio de la incertidumbre. Su frase “no venimos a maquillar errores, venimos a romper ciclos” se convirtió en un eje discursivo que resumió, en pocas palabras, su ambición de dejar atrás las inercias del pasado.
En un país acostumbrado a discursos saturados de consignas ideológicas o de retórica encendida, la intervención de Noboa fue distinta. No hubo triunfalismos huecos ni enemigos inventados. Tampoco recurrió a confrontaciones innecesarias. En su lugar, delineó una visión de país que apuesta por el orden, la inversión, la obra pública y la seguridad, sabiendo que el pragmatismo será su principal herramienta para avanzar en un escenario político fragmentado.
En lo programático, el discurso evidenció claridad en los principales frentes de acción. La seguridad aparece como prioridad ineludible. Noboa ofreció una “reducción progresiva de homicidios”, consciente de que la violencia, el crimen organizado y la percepción de inseguridad son los principales factores que erosionan la confianza ciudadana. En este punto, su meta no fue adornada con cifras mágicas, pero sí asumida con la seriedad de una política de Estado.
La obra pública será otra de sus banderas. La promesa de 200.000 soluciones habitacionales, junto a megaproyectos como el Quinto Puente en Guayas, busca dinamizar el empleo, atraer inversión y generar una nueva narrativa de acción y presencia estatal en los territorios. La infraestructura como motor de desarrollo económico y cohesión social vuelve a ocupar un lugar central.
En materia energética, la apuesta es ambiciosa. Diversificar la matriz con energías renovables y modernizar refinerías apunta no solo a resolver la crisis de los apagones, sino también a reducir la dependencia de fuentes tradicionales y atraer inversión extranjera en un sector históricamente capturado por la ineficiencia y la corrupción.
El plano económico fue abordado con sensatez. Consciente de los desequilibrios fiscales, Noboa evitó prometer milagros. Mencionó el acuerdo con el FMI, la necesidad de mantener la disciplina fiscal y el propósito de generar empleo juvenil mediante la atracción de inversión privada.
Con un emotivo y contundente cierre de discurso, Noboa apeló a la historia no como relato del pasado, sino como una página en construcción. “Estamos escribiendo la historia”, dijo con emoción contenida. No fue una frase improvisada. Fue la culminación de una narrativa cuidadosamente hilada que buscó trasladar al país la idea de que esta administración no es un tránsito burocrático, sino una oportunidad de ruptura generacional y regeneración institucional.