
Crítica de cine: Mi año en Oxford, una excusa para llorar
'Mi año en Oxford', con Sofia Carson y Corey Mylchreest, está disponible en Netflix
Anna de la Vega (Sofía Carson, Corazones malheridos, 2022, Netflix), de madre argentina (Romina Cocca) y padre cubano (Yadier Fernández), se ha graduado y tiene un trabajo asegurado en Wall Street, Nueva York. Pero ha resuelto primero ir a la Universidad de Oxford, Inglaterra, para estudiar durante un año poesía romántica de la era victoriana. Allí conoce al profesor Jamie Davenport (Corey Mylchreest, La reina Charlotte: una historia de Bridgerton, 2023, Netflix) del cual se enamora, aunque Davenport esconda un secreto que cambiará su vida.
Partiendo del último análisis publicado en esta columna, añado: el séptimo arte abriga actualmente doce géneros cinematográficos: crimen, acción, fantasía, comedia, terror, ciencia ficción, deporte, thriller, guerra, el Viejo Oeste, el romántico y los superhéroes, olvidando ya, exceptuando Wicked, al cine musical. No rodeo el animé. El romántico aparece de vez en cuando, pero sin llegar a la altura que tiene El puente de Waterloo (1940, con Vivien Leigh y Robert Taylor).
Por ello es satisfactorio ver Mi año en Oxford, pues, aunque no lo quiera reflejar, demuestra que sus ambiciones artísticas no son apremiantes, que solo quieren entretener; ese afán termina dejando buenos recuerdos en la mente de los cinéfilos que sentirán nudos en sus gargantas al llegar las escenas finales, aunque bordeen el melodrama.
Con un comienzo promisorio, el entusiasmo queda encendido y por ello ocupa el primer puesto entre la programación de Netflix, no solo en Ecuador sino en otros países del mundo. Esto se debe a que la cinta es leve, entusiasta, de buenos diálogos, escapista y tiene la ironía de exponer el mundo de la poesía, de las bibliotecas centenarias, de sus libros, en una época en que muy pocos leen.

Aquí deben escuchar extractos de poemas, frases que se redactaron en siglos pasados y que hablarán para siempre de la vida y el amor. Las actuaciones marchan, especialmente por la química surgida entre Carson y Mylchreest. Gracias a ellos, se hace llamativo el filme.
Los personajes secundarios son muy superficiales, hasta llegar a ser caricaturas de una sociedad diferente si la comparamos con la que usualmente muestra el cine estadounidense. La mano del director (Iain Morris), la hace ‘británica’, lo que permite ver, a momentos, sus fríos comportamientos, sus relaciones familiares, que el sexo y la pasión tienen como base al verdadero amor, aunque los personajes principales digan que es tan solo “el vivir deliberadamente, que nada sea demasiado profundo”.
Así y todo, véala: es un saludable respiro frente a la excesiva programación de superhéroes y terror que muestran los cines del orbe. Mi año en Oxford es como un café caliente en noches de frío.
Calificación: ***
¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!