La perversidad humana

"Ojalá la humanidad comprenda que la perversidad no lleva a puerto seguro"

Jamás hubiéramos creído que la pandemia que azota a la humanidad, y por ende al Ecuador, no haya servido para evidenciar que la humanidad en momentos tan críticos como estos exige la solidaridad, la confraternidad y alto sentido de humanitarismo. 

Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos. Estas reflexiones son motivadas por el procedimiento perverso de seres que, dejan de ser humanos para actuar como seres irracionales. En efecto, con asombro y estupor hemos podido ver últimamente como las redes sociales se han convertido en mecanismos mediante los cuales se da paso al odio, a la envidia, a la maldad. Hemos visto en las redes sociales cómo la gente se solaza y goza haciendo saber que una persona está al borde de la muerte, cuando esto no es verdad. 

Con sorpresa inaudita hemos visto cómo los perversos dijeron en sus redes sociales que una persona estaba “entubada” y próxima a morir. Esto no significa otra cosa de una evidente demostración del sadismo masoquismo que por desventura existe en el alma y en el cuerpo de muchos seres anormales. 

La mente de una persona perversa hace que su personalidad posea rasgos dominantes en la continua agresividad y destrucción hacia otras personas a través del pensamiento y de actos malignos. En momentos tan duros como los que estamos viviendo es indispensable que hagamos un paréntesis largo para dejar a un lado el odio, la antipatía que tenemos lamentablemente hacia ciertos seres humanos.

Aprovechamos esta oportunidad para destacar que una persona perversa, según el criterio de especialistas en la materia, se ve ante pensamientos obsesivos y destructivos al considerar que las actitudes humanas no son sinceras. Ciertamente que esta es una condición anormal de la personalidad, en la cual el perverso desarrolla sentimientos de destrucción en relación a sus semejantes a través de pensamientos y actos de carácter malvado. 

Ojalá la humanidad comprenda que la perversidad no lleva a puerto seguro.