Las condiciones por las que atraviesa nuestro país en los actuales momentos son de suma gravedad. 

Por primera vez en su historia una pandemia como la del coronavirus le ha significado un desplome brutal en su economía y en sus finanzas públicas, con la circunstancia de que la misma no tiene fecha de desaparición total , ni aún se descubre la vacuna que permita saber que la crisis grave terminó y que la muerte se detuvo en su marcha incontrolable. 

Por otra parte, nuestro país confronta una total ausencia de partidos o de movimientos políticos que sean conducidos por verdaderos líderes que tengan una visión amplia y frontal para mirar hacia quince o veinte años adelante. Todos, sin excepción, tienen una visión que no se proyecta más allá de las elecciones del año 2021, que está a las puertas. Por eso es que la ciudadanía en un ochenta por ciento, no siente emoción alguna frente a los nombres que empiezan a sonar con aspiraciones presidenciales. 

Hoy más que nunca debe surgir una propuesta de gobierno que sea distinta a la que estamos acostumbrados a oír en épocas de campaña. Ya nadie quiere escuchar que se van a construir un millón de casas, ni que se elevarán los salarios sin ton ni son, que es todo lo que saben ofrecer los “ salvadores de la patria”. 

Nadie va a creer en proclamas u ofrecimientos que sus autores autocalifican de derecha o de izquierda. Es un hecho innegable que estas dos posiciones “ideológicas” de acomodo han fracasado porque ni la una ni la otra han solucionado los problemas acuciantes de la sociedad. Solamente han servido para dar paso a la megalomanía y al populismo. 

Lo que exige el Ecuador es un proyecto nacional que recoja las ansias de liberación económica, ética y política del pueblo. Y eso se consigue, como lo han hecho con éxito otros países, con pragmatismo. 

Todos debemos arrimar el hombro en busca de un futuro mejor para el Ecuador. Este es el movimiento que debe surgir por iniciativa y por empuje de la toda la sociedad para imponerla a quienes aspiran llegar al poder.